Relatos de Ciencia Ficción

Categoría: Mini Serial (Página 2 de 3)

SSA: los inicios

Aquí está lo prometido: el primer capítulo del Universo de la SSA.

Lo escribí hace casi quince años. Los ordenadores eran bien distintos de ahora, internet era algo más teórico que práctico…

Un día de estos, juntaré todos los cuentos de la SSA en un sólo volúmen, pero de momento os ofrezco esta pieza de museo…

EL EXTRAÑO CONTACTO

Como cada día Gospo estaba literalmente pegado al ordenador cuando su mejor amigo entró en su habitación.

-Hey, Gospo, ¡viejo camello!- dijo el joven con un tono de voz bastante resignado. A un observador externo podía parecer una frase bastante grosera, pero en realidad se trataba de una especie de código secreto que significaba algo del tipo “viejo mío, como ves he vuelto aquí a molestarte pero si quiere me voy enseguida sin necesidad de echarme con tu bate de baseball”.

-¡Gaucho! No te había oído entrar. Ven a ver las novedades de mi fiera, viejo lémur- dijo en toda respuesta el titular de ese infierno caótico que él mismo se atrevía a llamar ‘habitación’ provocando así las protestas de su madre. Esa también era una frase en clave que quería decir más o menos “no te preocupes, he colgado el bate y te tengo que enseñar algo interesante; prueba a ver si encuentras un espacio libre para sentarte, mira y cállate”. Por suerte se conocían muy bien y no necesitaban descodificar cada vez las frases: se disparaba una especie de mecanismo automático, como si tuvieran un traductor simultáneo incorporado; por eso no se peleaban casi nunca.

-Ahora mi fiera se está convirtiendo en interactiva- dijo Gospo con nonchalance, aunque se veía que no había asimilado todavía los términos de la cuestión.

-¿Quieres decir que la vas a soltar en tu jardín?- le contestó el Gaucho, con ese tono tristón y resignado que le distinguía. A veces demostraba no haber todavía asimilado su propio cerebro, es más, incluso parecía próximo a una crisis de rechazo.

-No, no. Quiero decir que he llevado la fiera un paso más adelante, conectándome via modem a los bancos de datos de todo el mundo; ahora prácticamente el ordenador no tiene confines, es parte integrante del mundo entero, no una realidad independiente -. Los términos utilizados eran presumiblemente demasiado complejos para el Gaucho, que fingió haber entendido todo. –No pongas esa cara triste,- siguió Gospo -ahora te enseño en la práctica qué puedo hacer-.

-No puedo evitar de poner una cara triste, mi querido pitón. Si me llaman Gaucho no es por casualidad – contestó, disponiéndose a observar lo que aparecía en el vídeo.

Gospo se conectó a los bancos de datos mundiales realizando alguna operación realmente incomprensible para el Gaucho, sea debido a la velocidad de ejecución (que demostraba además cierta incomprensible familiaridad con el ambiente complejo de la red telemática), sea porque la comprensión de lo que estaba ocurriendo era para el Gaucho una lejana quimera.

-Ahora estoy conectado en directo con todo el mundo, quizás con todo el universo- dijo Gospo, exagerando un poco las potencialidades de su ordenador; por otra parte siempre había sido un pescador, uno de esos que siempre cuentan del pez que se le ha escapado justo al llegar a la orilla, y que siempre siempre siempre era así de grande, tenías que verlo. En realidad se había conectado a internet, nada más. Pero le gustaba fardar. –Desde aquí puedo tener acceso a todos los bancos de datos. Esto significa bancos de datos, correos electrónicos incluso privados y, sobre todo, -dejando la frase en el aire para crear una dosis de suspence -¡videogames!-

Sabía haber pronunciado la palabra mágica, la palabra que iba a revolucionar al amigo sacándole de torpor, de la indiferencia, de la difidencia. Nunca dejará de sorprenderme cuanto a veces una palabra clave muy simple pueda transformar completamente a una persona: eso fue precisamente lo que le ocurrió a una pequeña, caótica habitación en la primera planta de un pequeño chalet de la campiña, sumergida en el verde y equipada con todo tipo de comodidad. En cuestión de instantes la simple mente del joven se aclaró y el Gaucho tristón pareció transformarse de forma instantánea en un alegre compañero, revelando una energía y una fuerza interior insospechables. Solo ahora el verdadero Gaucho se había revelado, al punto que su mote le apretaba, no era en consonancia con su apariencia. Quizás hubiera sido más apropiado llamarle con su verdadero nombre, pero desgraciadamente no lo conocía nadie.

Casi atropelló a Gospo, en un torbellino de “¿donde están estos juegos?, “déjame ver”, “déjame probar”, “¿cómo se hace?” y así sucesivamente. Parecía una fiera sedienta de sangre virtual, continuaba pulsando las teclas a voleo hasta que un “enter” que seguía una secuencia difícilmente repetible de caracteres pintó la colorida pantalla del ordenador de Gospo de un uniforme y apagado color negro.

El Gaucho se paró al instante; vio el amigo a so lado (o debajo de él, el tema se había ido enredando y no había muchos puntos de referencia) y en sus ojos vio unas chispas de terror. Gospo estaba inmóvil, su mandíbula colgando, la mirada atónita y recordaba de lejos a una estrella al punto de estallar en supernova, lógicamente sin tener en cuenta la mandíbula; de hecho, la mayoría de las estrellas, por las informaciones que hemos podido recabar, no posee mandíbula; Gaucho estaba a punto de preguntar qué era ese sutil hilo de humo que le salía de la nariz, pero oportunamente se abstuvo de comentarios y se conformó con levantarse lo más rápido posible y a echar sus mortales, muy mortales, miembros al otro lado de la cama, que parecía ofrecer una más que digna protección.

De repente, mientras Gospo observaba pasivamente la pantalla vacía, dio señales de vida. La pantalla, no Gospo que mantenía el rostro desencajado. Primero fueron pocos píxeles fucsia, luego más colores, manchas de colores, hasta que la pantalla explotó. No en sentido físico, sino sólo en sentido gráfico-visual: explotó en una catarata muy pintoresca de colores que no podían ser casuales, sino que revelaban una dirección oculta; y una dirección excepcionalmente buena.

Se solía comparar estas sensaciones a las transmitida por un caleidoscopio, pero el problema de la generación actual es que nadie ha visto nunca un caleidoscopio y no sabe tampoco como funciona, con lo cual el estallido de colores se puede comparar únicamente a un estallido de colores, y más precisamente al estallido que se consigue tecleando sin vergüenza todo lo que se pueda, luego “enter”, y luego esperando un rato pacientemente sin dejar que la cara se desencaje sin remedio.

El espectáculo, sin embargo, no había hecho más que empezar.

De repente la explosión de colores dejó el campo a un bonito green que podía haber sido traído directamente del club de Golf más importante de Inglaterra. Justo en el centro, paso más, paso menos, estaba un caballero vestido de manera excéntrica (dicho así para no ofender a todos aquellos que no tienen buen gusto en el vestir) con una actitud que hubiera sido la envidia de los mejores presentadores televisivos americanos, el micrófono en la mano y la mirada fija en Gospo, tan intensa que parecía casi real.

Gospo era literalmente entusiasta del descubrimiento, aunque le daba cierta rabia no haber podido entender cómo había llegado hasta allí. Estaba tan feliz que casi se había olvidado de ir a buscar su bate de baseball para acariciar un poco al Gaucho; en realidad pensaba que su amigo podía esperar. El problema era ahora entender como empezar ese extraño juego. Decidió utilizar el procedimiento estándar: pulsar la tecla “shift”.

De repente, la figura se animó, cobró vida, le miró fijamente y dijo: -Perfecto, Gospo, viejo mío. Estas conectado con los verdes pastos del Cielo; tengo que presentarte muchos personajes que viven, operan y se divierten en este sitio literalmente- le hizo un guiño -paradisíaco. Podéis interrumpirme desde el estudio si hay preguntas; aquí vuestro Bernard que os habla y que os quiere dar a conocer a gente realmente de calidad.-

Gospo había vuelto a la inmovilidad anterior, a la cara desencajada, a la mirada sorprendida y volvía a recordar esa estrella a punto de convertirse en supernova, siempre sin contar con las mandíbulas. Parecía incapaz de reaccionar.

Otra figura entro a la verde pradera: parecía bastante joven, pero era difícil atribuir una edad al hombre.

-Aquí con nosotros Agustín, el gran Agustín, uno de los personajes más conocidos por esos llares; amplía el campo por favor. A ver, Agustín, ¿de qué te ocupas habitualmente?-

-Antes, como bien sabes y como creo saben todos, mi ocupación era la teología y también las cuestiones morales; me esforzaba por explicar y hacer más fácil de entender todo aquello que había podido descubrir; aquí, en cambio, nadie necesita ayudas de este tipo ya que, a esas alturas, todos conocen todo en su realidad. Así que… me he reciclado.-

-¿Qué quieres decir?- preguntó el entrevistador con tono de persona interesada.

-Ahora estoy estudiando el fenómeno de los Quarxs, de los que en mis tiempos no se conocía la existencia, sobre todo del punto de vista cualitativo, y no tanto cuantitativo. Los Quarxs, para entendernos, son unos seres «particulares», responsables de las misteriosas desapariciones de objetos en nuestras casas, de súbitas roturas de objetos et coetera. He conseguido también que por este fenómeno se interesaran algunas personas de tu siglo, querido Gospo, creo que vosotros les llamáis ‘científicos’, y sigo estimulándoles intelectualmente albergando la esperanza de conseguir que esos seres se hagan visibles.-

¿Querido Gospo? Parecía casi que estuvieran hablando como si él fuera realmente en conexión bidireccional con ellos. Y si era así, entonces… ¡podía hablar con ellos!

¿Pero cómo? ¿Teclado o voz? Darle a una tecla podía representar hacer desaparecer todo el encanto, con lo cual intentó primero con la voz, método que, a malas, se podía revelar inútil. Su pregunta fue una auténtica banalidad, pero al mismo tiempo era la pregunta más lógica y necesaria.

-¿Quienes sois?- le dijo a la pantalla. Se sentía un poco idiota hablando a una pantalla, pero toda la situación con la que tenía que lidiar era en absoluto anticonvencional. Pero la sorpresa fue aún más grande cuando Bernard le contestó.

-Claro, Gospo, tienes todos los motivos por sorprenderte, por sentirte desorientado y toooodo lo que quieras; dentro de nada tendremos que cerrar la conexión, pero no te preocupes: nos podrás contactar cuando lo desees. Nuestra agencia es más que feliz de encargarse de casos aparentemente insolubles y nuestras posibilidades son- sonrió -realmente infinitas.

-Aquí viene otro de los nuestros, un milanés como tu, que se encarga de coordinar todo el equipo. Pero volvamos a la pregunta: ¿quienes somos?

-Beh, creía que lo habías adivinado: nosotros somos los Santos, estas verdes praderas es el Paraíso y yo tengo muchas ganas de jugar un partido de golf, juego que en el 1200 no existía todavía. Mi nombre es Bernard de Clairvaux. Ya conoces a Agustín, Así como Ambrosio. No conoces a otros de la agencia, pero pronto tendrás la posibilidad de contactar con ellos, apuesto lo que quieras.

-Juan de la Cruz es un experto en saltarse todos los sistemas de seguridad más complejos. Tenemos expertos también en el campo multimedia y en todos los sectores de la realidad virtual. Prácticamente, la SSA, Saints Supernatural Agency, no tiene límites.

-Tenemos que desconectar; Ambrosio, ¿qué podemos decir a nuestro nuevo amigo Gospo?-

-Vemm a laurà- contestó Ambrosio con perfecto acento de Milán. La pantalla, después de otros destellos de colores, se volvió de nuevo negra. La mandíbula de Gospo volvió a desencajarse. Luego, como por arte de magia, todo se acabó y volvieron a la conexión con Internet.

Gospo miró al Gaucho; por su expresión facial entendió que no había soñado, al no ser que se tratara de una alucinación colectiva. La mandíbula volvió a colocarse en su posición natural y Gospo se encogió de hombros.

Al fin y al cabo, ¿quien dice que los Santos no se pueden divertir?

 Hasta después de fiestas con un nuevo Mini Serial.

¡Feliz Navidad a todos!

MiniSerial: Error de Transcripción #11

Y el gran final…

A Martín le gustaba llegar a tiempo a las citas; esa era su idea, casi una obsesión. Que Teresa, evidentemente, no compartía. Cuando consiguieron llegar al chalet del curandero, o del hermano del curandero, o de una empresa puente para ser más precisos, era tarde.

-Justo a tiempo para el té- dijo Teresa antes de bajar del coche, con voz relajada y tono de quien considera que de verdad han llegado justo a tiempo.

-Una hora de retraso. Y eso que yo conducía- le dijo Martín, quién evidentemente no compartía la despreocupación de su socia. La conducción agresiva le había afectado más a él que a ella.

-Bueno, él que dice las cuatro también dice las cinco o las seis.-

-Excusas de poco valor. Llegamos tarde, y punto. Y por tu culpa.-

-Parecéis un matrimonio en sus bodas de oro, pareja.- La voz había llegado de la nada, en cuanto habían cruzado la valla de entrada al chalet. Teresa se sorprendió, Martín no mucho: le podían mucho más los nervios por haber llegado tarde a la cita.

Cuando se acercaron a la puerta de entrada, un zumbido les indicó que podían servirse ellos mismos, entrar y ponerse cómodos. Nadie les había abierto la puerta, así que entraron a la sala de estar donde se reunieron por primera vez con Pedro. Pudieron apreciar cambios interesantes; diríamos tecnológicos. Pantallas planas. En cada rincón. ¿Estaba planeando transformarla en una sala para ver el fútbol el fin de semana?

-Espero os gusten los pequeños cambios aportados- dijo Pedro entrando tranquilamente en la habitación. -No hemos acabado con ellos todavía, pero ya está cogiendo la forma que necesitamos para trabajar.- La afirmación suscitó expresiones interrogativas. Los investigadores estaban acostumbrados a que no les dijeran toda la verdad, a que no les expusieran todos los hechos. Por ello investigaban.

En este caso en realidad no había nada que ocultar; Pedro se dejaba llevar completamente por su sentido de la teatralidad, se recreaba en el misterio y en la suspence como siempre había hecho con sus clientes, era un envoltorio marca de la casa que ya se consideraría irrenunciable.

-Efectivamente, llegáis tarde.- Martín miró a Teresa con cara de desafío, de “ves, te lo dije”, pero ella no le hizo ni caso. -Sin embargo, podemos sobrevivir a ello; con la ayuda de nuestros nuevos compañeros.-

Miraron a su alrededor. No vieron a nadie. -¿Y cuando llegarán?-

-Ya están aquí, entre nosotros.-

Y con un gesto teatral empezó a encender las pantallas de una en una. Y a presentar a los ‘compañeros’.

-Aquí Juan de la Cruz, un experto en saltarse todos los sistemas de seguridad informática. A vuestra derecha, Agustín, que ha empezado a denominar el fenómeno de los Quarxs, pequeñas partículas que hacen que un objeto se presente de repente en una diferente parte del espacio, Ambrosio, que como buen milanés se ha especializado en la detección y desencriptado de las cuentas bancarias offshore, ha hecho mucha experiencia con las cuentas de los milaneses en Suiza pero ahora las Cayman no tienen secretos para él; Francisco Javier es nuestro programador y desprogramador; y Bernardo es nuestro coordinador.

-Cada uno con su pantalla, para estar físicamente presentes. Es la única manera de conseguirlo. Porque, lo creáis o no, todos ellos están muertos.-

Se hizo silencio. Los nuevos compañeros se miraban uno a otro. Y los investigadores… bueno, se puede imaginar. Hasta que Bernardo rompió el silencio.

-Oye Pedro, creía que les habías preparado adecuadamente.-

-Bueno, en realidad quería darles una sorpresa para levantarles un poco los ánimos, les vi muy tristones esta mañana, así que…-

-De tristones nada, no es excusa.- Y luego, dirigiéndose a los investigadores, siguió. -Apreciados, siete en compañía de la SSA, la Saints Supernatural Agency, una agencia de apoyo que os va a ayudar a resolver algunos problemas que Ustedes consideran, hoy por hoy, sin solución. Uno de ellos es el caso del hermano de nuestro anfitrión.-

-De los suicidios- dijo Teresa.

-De suicidios nada- la interrumpió enseguida Francisco Javier. -Los ordenadores no se equivocan de forma tan selectiva. Esto es obra de alguien.-

-No somos la única agencia que opera a un nivel espiritual, querida- le dijo Ambrosio. -La diferencia está en que nosotros sólo operamos haciendo el bien, y el bien es nuestra única recompensa.-

-Es decir, que no cobráis- Martín sacó las sumas rápidamente. -Mola. Me apunto. Veo. Me subo al carro.-

-Pero ¿si no sabes ni qué es lo que hay que hacer?- le contestó Teresa, parándole los pies y rebajándole su entusiasmo.

-Me da igual. Si hay Santos de por medio no puede ser tan malo; además no cobran, y así nos vamos a ahorrar muchos gastos. Ya veo porque Pedro quiere que nos subamos al barco. Seremos un equipo fenomenal los cuatro.-

-¿Cuatro?-

-Pedro, tú, yo y la SSA al completo.-

-Yo no he aceptado todavía.-

-Lo harás, porque sabes que es lo correcto- se limitó a decir Pedro.

Una vez más, demostró estar en lo cierto.

Y fue así como la SSA volvió a trabajar en el mundo, descubriéndolo a los ojos de los humanos y haciendo que parezca algo menos misterioso; el único misterio que permanecía era el mismo de siempre. ¿Cómo conseguía el hombre estropearlo siempre todo?

Como se puede apreciar, la Saints Supernatural Agency ha vuelto. ¿Os acordáis de cuando apareció por primera vez? Fue en mi Islas en el Universo. El próximo jueves, para refrescar un poco la memoria, vais a poder leer el primero de los cuentos de la SSA.

MiniSerial: Error de Transcripción #10

Estamos llegando al final…

-Hola, pareja- exclamó Pedro.

La más rápida en reaccionar fue Teresa, Martín estaba todavía medio dormido. -No somos pareja- dijo.

-Profesionalmente me parece que sí. Sentimentalmente no es asunto mío. Mi hermano y yo éramos pareja. Profesionalmente.- Miró al arma de Teresa, que seguía apuntando a su figura. -¿Puedo pasar o piensas matarme?-

Teresa recapacitó y enfundó el arma. -Claro que puedes, adelante.-

Pedro hizo un paso pero Martín le sorprendió. -Hey, para un momento. Esta es mi casa. Yo decido quién entra y quién no entra.-

Pedro le miró, y dijo -bueno, tienes razón. Entonces dime: ¿puedo pasar?-

-Por supuesto, no voy a dejar a un amigo en el umbral de mi apartamento. Pasa y ponte cómodo.-

-Desde luego…- le dijo Teresa en voz baja.

El rostro de Pedro transmitía paz, tranquilidad, relajación. Como siempre. Parecía haber asimilado la muerte de su hermano y todos los acontecimientos relacionados más y mejor que Martín o que la misma Teresa.

-He estado pensando mucho en la muerte de mi hermano.-

-No me extraña.-

-Hay algo no acabo de comprender. He empezado considerando que un ordenador por sí solo no se puede equivocar en transmitir un mensaje. Reiteradamente. Y, se podría decir, con alevosía. Eso no va con los ordenadores, eso va más bien con los seres humanos.

-Así que he empezado a investigar por mi cuenta. No soy un profesional como Ustedes, pero conozco a mucha gente, y poco a poco he ido tirando del hilo. Y he llegado a una conclusión interesante. Alguien ha actuado positivamente para que lo que ha ocurrido ocurriera.-

Teresa le interrumpió, perpleja. -Bueno, nosotros ya hemos archivado el caso como suicidio, y no me refiero solo al caso de tu hermano (que era evidente) cuanto también a los demás casos de suicidio. Que fueran inducidos o no, en el fondo, ya carece de importancia, sobre todo si han sido inducidos por un fallo informático.-

-Claro. ¿Y si en realidad no se trató de un fallo informático? ¿Si alguien realmente quiso que estas personas se suicidaran o murieran, incluido aquí mi hermano?-

-Vaya.- En Martín se podía leer cierto escepticismo. -Ahora te apuntas a una teoría del complot, por lo visto. ¿Cuál prefieres? En el mercado puedes encontrar unas cuantas.-

-Ríete cuanto quieras, pero tengo pruebas. Y pruebas realmente sorprendentes, que involucran a personajes desconocidos al ciudadano corriente.-

-No vale. No tiene gracia. Una teoría del complot con personas normales… eso no conseguirás venderlo a nadie.-

-No quiero venderlo a nadie, Martín. Porque no tengo nada que vender. Lo único que quiero es que me ayudéis, nada más. ¿Cómo os va en la Central?-

-Podría ir mejor- contestó Teresa. -La verdad es que ahora nos estamos aburriendo bastante; eso de que hay un homicidio interesante cada semana es solo para las series TV, que deben llenar la programación. Pero estamos practicando mucho con el Sudoku on-line.-

-Mi propuesta os va a gustar- dijo convencido. -Vais a pedir excedencia para venir a trabajar conmigo.-

El efecto fue devastador. Los dos sobresaltaron al unísono. Y al mismo tiempo dijeron -¿vamos a hacer qué?- Como si él les pudiera convencer u obligar; el don era propiedad intransferible de su hermano.

-Es cierto- les contestó, como leyéndoles el pensamiento. -Pero sabéis que tengo otros talentos. Especialmente en ‘leer’ a las personas, y también en otros campos, como en la informática, por ejemplo. Sin contar que los muchos años transcurridos a ayudar a los demás con mi hermano, sin dejarnos llevar mucho por el consumismo contemporáneo han dejado cierto colchón que, después del fallecimiento de mi hermano, me permite reconstruir una actividad.-

-Interesante- dijo Martín -pero todavía no entiendo cómo podríamos encajar.-

-Ni porque deberíamos hacerlo- puntualizó Teresa.

-Porque, amigos míos, vamos a descubrir quien ha querido realmente la muerte de estas personas, y también la muerte de mi hermano. Lo podemos considerar un entrenamiento. Luego nos dedicaremos a resolver crímenes informáticos.-

-Para esos ya hay un departamento trabajando.-

-No se ocupa de los crímenes de los que estoy hablando.- Se dio la vuelta, dirigiéndose a la puerta de salida. -Creo que os será suficiente una breve sesión para que podáis entender, necesito veros en mi casa. Ya sabéis como llegar.-

-Pero…-

-Esta tarde, a las cuatro. Os espero.-

Y se marchó sin darles la posibilidad de rebatir.

-¿Qué hacemos?- preguntó Martín.

-Yo no tengo compromisos para esta tarde- le contestó la socia. -Y tu tampoco.-

 

MiniSerial: Error de Transcripción #9

La historia parecía haber acabado, pero cobró nueva vida con el cuento ‘epílogo y prólogo’ que la sigue incluso en mi libro «Misma tierra…»

Cuando oyó el timbre, Martín estaba ya despierto. En serio. Pero no tenía ninguna gana de levantarse para abrir la puerta. Por suerte era Teresa, y siempre traía las llaves, conociendo bien a su amigo.

-¿Estas presentable?- chilló desde la entrada, una vez cerrada la puerta.

-Claro que sí, llevo el pijama con los patitos que me regaló mi madre el año pasado para Reyes. Lo que pasa es que no tenía ganas de levantarme.-

-Esto es algo que tenemos que corregir.-

Había entrado ya en la habitación de Martín y había abierto la ventana para cambiar el aire. -Aquí falta un toque femenino- dijo, viendo la decoración de la habitación consistente en calcetines, tejanos, camisetas y otras prendas masculinas menos nombrables.

-¿Puedo preguntarte algo, Tere?-

-Dispara.-

No había sido una respuesta con gracia, después de los acontecimientos de hace un par de semanas.

-Quisiera saber porque lo primero que haces es preguntar si estoy presentable.-

-Bueno, porque lo último que quiero es verte en condiciones impresentables. Con tu habitación tengo suficiente.-

-No, no, es que… y ¿si estuviera acompañado?- le dijo, haciéndole entender que a lo mejor en alguna ocasión podría evitar entrar con tal espontaneidad en su casa. Pero ella le miró intensamente. Y expresivamente.

-Ya. ¿Ahora puedo abrir tu armario para prepararte algo más de calle o me voy a encontrar con alguna sorpresa?- Abrió el armario sin esperar contestación y se encontró con una sorpresa. Una montaña de ropa lavada y sin planchar que la agredió cogiéndola por sorpresa.

Ambos se echaron a reír.

-Cómo no te animes a planchar tendré que venir yo a arreglarte todo eso.-

-Tienes razón. Es que no estoy de humor.- Ambos se miraron.

-Yo tampoco lo estoy, el caso de Pedro y Pablo ha hecho mella hasta en mi duro corazón.- Y era cierto. Pero Teresa es una mujer, y las mujeres reaccionan con más vehemencia, con más fuerza… -Mientras, voy a encender la plancha- y se llevó un fajo de camisas y pantalones.

En unos minutos, Martín se había preparado para salir a desayunar, pero Teresa se negó. -Ahora que tengo la plancha caliente, vas a tener que esperarte.- Pero, así, justamente para llevar la contraria, oyeron el timbre. Se miraron sorprendidos.

-¿Esperabas a alguien?- preguntó Teresa.

-Yo no- le contestó Martín. -¿Y tú?-

-¿Yo? ¿Qué dices? ¡Si esta es tu casa!-

-Bueno, como siempre te pasas por aquí…-

-Calla. Y explícame porque tu puerta de entrada no tiene mirilla.-

-Es cierto. Es que…-

-Ahora no, bobo.- Desenfundó el arma. -Tú abres, yo apunto. ¿Preparados?-

-Quizás podríamos antes preguntar quién es…-

-¡Abre!-

Abrió, como por reflejo, o puede que porque nadie se atreve a discutirle algo a Teresa. Teresa estaba apuntando a la altura del corazón, pero se quedó inmensamente sorprendida al ver la cara sonriente y pacífica de Pedro.

Así que… ¡hasta el próximo jueves!

MiniSerial: Error de Transcripción #8

Y aquí… el gran final!!! (O no???)

El trabajo era complejo. Tenían que analizar los videos de los suicidas, y al mismo tiempo los textos que se intercambiaban los dos hermanos. Era muy curioso, una especie de cruce entre el chat y el juego de adivinar el título de una película. El análisis no era sencillo ni rápido, y les llevó unos días.

La verdad es que los dos hermanos se comportaron muy bien, especialmente Pedro, con quien mantenían una relación muy estricta. Los dos investigadores habían trasladado su oficina en el chalet de los hermanos, ellos habían cancelado todas las citas pendientes y no estaban aceptando de nuevas. Estaban haciendo equipo para entender lo que pasó.

Y al final lo consiguieron. Gracias a un destello, un reflejo, algo disonante que Pedro percibió en la pantalla que su hermano leía a sus pacientes de forma mecánica, automática, sin llegar a tener conciencia de lo que decía para así evitar la posibilidad de repetirlo de forma involuntaria. Los tres se miraron, los rostros de los tres revelaban un mixto de sorpresa, asombro, y también de alivio. Habían dado con la clave.

-Yo no he escrito eso- se apresuró a decir Pedro.

-Ya lo sé- se apresuró a contestarle Teresa.

-Pero allí está- se apresuró a comentar Martín.

Y nadie se apresuraba a explicarle a Pablo lo que había ocurrido.

-Es una expresión que uso mucho. Nuestros pacientes son a menudo personas que se encuentran simplemente en encrucijadas, y en esas condiciones hacen afirmaciones completamente desacertadas, auténticos disparates, se proponen acciones sin sentido, y es necesario reconducirlas a la senda correcta.-

-Lo sabemos. El problema es por qué el sistema de chat interno ha trasladado una frase deformada a tu hermano.-

-El problema no es este, Teresa.- Martín notaba como un peso enorme le aplastaba el pecho. -El problema es: ¿cómo se lo tomará Pablo?-

Nada bien. ¿Cómo iba a tomárselo bien? Descubrir que, sin saberlo ni darte cuenta, has sido el directo responsable de tantas muertes…

Una vida transcurrida ayudando a todos los demás, viviendo como un recluso, como una fiera enjaulada, consciente de este gran poder, decidido a usar su don solo para hacer el bien. Y ahora esto.

Cuando Pedro empezó a discutir con él por el chat la situación se veía tensa. Pablo estaba fuera de sí. Era evidente que el remordimiento le estaba comiendo las vísceras. Empezó con decir que esto era demasiado, y que evidentemente él mismo se había convertido en un problema más que en una solución. Y que ya no podía vivir con este peso. Pedro intentó calmarle, pero cuando vio que insonorizaba su habitación y se quitaba la mordaza y los cascos se dio cuenta que no había vuelta atrás. De nada le sirvió gritarle. No podía escucharle, y no le habría hecho caso de todas formas.

Cuando se desplomó delante de un espejo, los tres no podían saber con seguridad qué había ocurrido. No podían saber que le había sido suficiente decir una palabra para que todo se acabara.

-Muere- había dicho Pablo. Lo había dicho para sí solo. Ellos no lo habían escuchado. Pero así se había acabado la vida de un hombre que había utilizado bien su don. Se había acabado inesperadamente mal.

Y todo ello porque, cuando Pedro escribía en su teclado la frase “esto es un disparate”, en la pantalla de Pablo aparecía, para que la repitiera, la frase “esto es. Dispárate”.

***

Todos lloraron. Estos pocos días de trabajo e investigación habían acomunado mucho a los tres. Pero en la mente de Martín se estaba abriendo paso una duda.

Sabían lo que había ocurrido. Pero ¿cómo había sido posible?

Esta pregunta había quedado sin contestar.

Hasta el siguiente mini-Serial

MiniSerial: Error de Transcripción #7

Séptima entrega…

Este lugar parecía ser fuente inagotable de sorpresas. Al ver los rostros perplejos de los dos investigadores Pedro se sintió obligado a darles una explicación.

-Nos dimos cuenta de ello cuando éramos pequeños. A Pablo le bastaba con decir algo para que todo el mundo le obedeciera; este es su don y, a la vez, su maldición. Afortunadamente el don le tocó a él, y no a un sinvergüenza. Ya de pequeño se dio cuenta de la potencialidad de ello, y también de su peligrosidad; decidió usar el don para bien.

-Pero no debéis creer que haya sido fácil. Ni mucho menos. Él tiene que poner sumo cuidado con lo que dice, cuando lo dice y como lo dice. Porque las personas que escuchan su voz harán exactamente lo que él les diga. Y al crecer se dio cuenta de que él mismo no era inmune a su propia voz. Por ello hemos tenido que estudiar y realizar un sistema que le permitiría hablar sin escuchar su propia voz.-

Teresa y Martín seguían las explicaciones estupefactos. Era asombroso descubrir este don confiado a una persona corriente, y aún más sorprendente era ver como la bondad de esta persona le había llevado a un camino de donación hacia su próximo, hacia todos aquellos que de alguna forma necesitaban de una ayuda, de un empujoncito.

-El sistema que utilizamos es hoy en día bastante sencillo. ¿Veis este sillón? El que tiene una pantalla a su lado.- Ambos asintieron. -Allí se sienta mi hermano. Los oídos al descubierto, le gusta escuchar lo que las personas le cuentan. Previamente yo también he hablado con ellos, para empezar a situarme. Pablo me envía notas mediante el teclado que podéis ver al lado de la pantalla; todo funciona en tiempo real, así que es un poco como hablar, pero sin hablar. Yo elaboro sus notas y las junto con mis observaciones. Finalmente, cuando él considera que disponemos de todos los datos y que podemos actuar, me pide que elabore el mensaje.-

-¿Mensaje?- preguntaron ambos al unísono.

-Sí. Como os he dicho, las personas hacen lo que Pablo les manda hacer. Es importante que el mensaje sea muy corto, directo, pero es también necesario que la persona entienda el por qué debe de obedecer; de no ser así podría cometer fallos que la perjudicarían. Asimismo, Pablo no habla mientras la situación no esté realmente clara e sin posibilidad de equivocaciones.-

-Por lo tanto- le interrumpió Martín -y espero que no lo interprete como una ofensa o una acusación, Pablo podría inducir al suicidio uno de sus ‘clientes’.- Ambos investigadores se sentían de repente algo indefensos delante de semejante situación.

-Teóricamente. Por eso me preocupó mucho lo que me dijo. Yo escribo el texto en el sistema de mensajería interno, pero ni yo ni nadie escucha las palabras de Pablo. Ni siquiera las grabamos. Conservamos las grabaciones de todos los demás coloquios y de las comunicaciones escritas, pero nada más. Y descarto de forma absoluta la posibilidad que Pablo quiera hacerle daño a alguien. No lo ha hecho durante toda su vida.-

-Pero entonces- dijo Teresa -no podemos hacer nada.-

-¡En absoluto!- le contestó Pedro. -Podemos hacer mucho. Podemos revisar los vídeos y los textos. Es algo trabajoso, pero debemos empezar. Y vamos a empezar por la lista de nombres de los fallecidos.-

El rostro de los dos investigadores se iluminó. Por fin empezaban a ver la luz.

 

MiniSerial: Error de Transcripción #6

La sexta entrega, nos acercamos al final

La revelación de Pedro había sorprendido a los investigadores.

-Pero ¿qué hacéis? ¿Lavado de cerebro?- preguntó Teresa.

-No, querida. El lavado de cerebro no existe. No somos ninguna secta. Pero mi hermano tiene un don, un don que comparte con quien los necesita.-

-Por dinero- intervino Martín.

-Aceptamos donaciones, pero sólo de forma voluntaria; y no, no obligamos en este tema a las personas que ayudamos.- Una vez más se había adelantado al investigador. -Las queremos ayudar, no hundir en la miseria. Déjeme que les explique el proceso.-

Teresa y Martín se sentaron más cómodamente. La explicación parecía que iba a ser larga.

-Tampoco mucho.- Empezó Pedro.

-¿Telepatía? No, en absoluto. Es que estoy acostumbrado a leer el lenguaje no verbal de las personas. Llámenla deformación cultural si quieren. El hecho es que… ¿conocen Ustedes a la PNL? Ya veo que no.

-La PNL, o Programación Neuro-Lingüística, es una técnica que se utiliza para despertar reacciones automáticas en respuesta a un determinado estímulo. Es una técnica infrautilizada. Básicamente se usa para dejar de fumar y poco más. Es una pena.-

-¿Esto es lo que hacéis?-

-No exactamente. La PNL es una técnica que todos pueden aprender. En cambio, aquí seguimos otro camino. Seguimos a mi hermano, que tiene un don. Don y maldición. Eso es.

-Ahora iremos a verle en sus habitaciones. Allí está, allí es donde le mantenemos encerrado.-

-¿Encerrado?- Los dos investigadores habían reaccionado como un sol hombre.

-Y amordazado. Sobre todo amordazado. Él lo quiso, y nos dio instrucciones precisas al respecto. Instrucciones que, como entenderán dentro de unos instantes, no podíamos ignorar. Creo sea oportuno ir a verle, ahora, para que se puedan Ustedes dar cuenta.- Dicho eso, se levantó, y les invitó a que le siguieran.

Pasaron por un pasillo a otra zona del chalet; al chalet de al lado, mejor dicho. Por lo visto, los dos chalet comunicaban por el interior, de modo que los dos hermanos podían vivir su vida de modo independiente. O eso parecía.

Llegaron así a una zona diferentemente equipada. El hermano, Pablo, se encontraba en la zona de la sala de estar del chalet contiguo, que sin embargo no era accesible. Una pared de grueso cristal cortaba el paso. Permitía ver al hombre del otro lado, pero no se oían ruidos. De ningún tipo. Estaba libre de moverse, pero no de hablar. Efectivamente, estaba amordazado.

Levantó una mano para saludar. Pedro respondió a su saludo.

-Señores- dijo Pedro -les presento a mi hermano Pablo, el arma más peligrosa que el Creador ha dejado caer en la tierra.-

El thriller está servido…

MiniSerial: Error de Transcripción #5

La quinta entrega ya está:

Les llevaron algo de beber, rigurosamente sin alcohol. Y un té humeante con galletitas: para Martín eso era la felicidad.

-¿Con quién tenemos el placer?- preguntó Teresa una vez cómodamente sentada en el cuarto de estar de la ‘consulta’.

-Yo soy Pedro- le contestó el hombre que les había abierto la puerta. -Soy el coordinador de la consulta. Mi hermano Pablo es quien se ocupa de las personas que vienen buscando ayuda.-

“Pedro y Pablo” pensó Teresa. “Eso será lo primero que verificaremos, vaya tomadura de pelo.”

-Habrá oído hablar de la ola de suicidio que está afectando nuestra ciudad.- Martín era así. Sincero. Directo. Brutal.

-La verdad es que no. ¿De qué me está hablando?- Pedro también era así. Sincero. Sencillo. Viviendo en su mundo.

-¿Como puede no haberse enterado? ¡Si estos casos me están llevando de cabeza!- Luego, al darse cuenta, se corrigió a sí mismo. -Quiero obviamente decir que están llevando de cabeza a todo el departamento de policía.-

-Claro. Le había entendido perfectamente. Por lo visto tenemos aquí un problema.- Pedro se veía pensativo. -Pero no veo realmente como mi hermano Pablo y yo les podríamos ayudar. Solemos trabajar con personas vivas, los dones de mi hermano no se pueden aplicar a los fallecidos. ¿Los hechos han ocurrido cerca de aquí?-

Teresa y Martín se miraron con cara de “a ver, ¿nos está tomando el pelo o qué?” Al no ser que realmente no tuviera la más mínima idea de qué estaba pasando. O que fuera extremadamente listo y seguro de si mismo.

-¿Cuál es la peculiaridad de estos suicidios?- preguntó finalmente el huésped.

-Bueno, han sido todos suicidio por arma de fuego, lo cual no deja de ser curioso en un País como el nuestro, donde no es frecuente conseguir un permiso para llevar un arma- le contestó Teresa; inexplicablemente se sentía fuertemente empujada a contestar al hombre, aunque en realidad debería ser el recorrido inverso.

-Entiendo. Curioso. Y trágico.-

-Y todos habían estado en esta consulta unas horas antes.-

El rostro de Pedro se ofuscó de repente, evidentemente no se esperaba este tipo de revelación. Pero no perdió la compostura.

-¿Están seguros de eso?-

-¿Por qué razón habríamos venido, de no ser así?- Martín en estas ocasiones solía perder un poco los estribos y calentarse, pero estaba inesperadamente tranquilo, el hombre que tenía enfrente le inspiraba confianza. Increíble para cualquier observador externo, pero radicalmente cierto.

-Perdone, Pedro- interrumpió Teresa, presa del mismo sentimiento de paz y relajación. -Hay algo que no alcanzo entender. Mi conocimiento del fenómeno de los curanderos es limitado. ¿Me podría explicar qué tipo de curaciones se llevan a cabo aquí?-

-¿Curanderos? ¿Curaciones? Estás muy equivocada, querida. Aquí no se lleva a cabo nada de eso. Lo que aquí hacemos es quebrar la fuerza de voluntad.-

 

MiniSerial: Error de Transcripción #4

La cuarta entrega del Mini Serial…

Cuando llegaron a destinación se sorprendieron encontrarse no con una enorme mansión y vigilancia armada, sino con un pequeño chalet adosado, sin elementos que destacaran de una apabullante normalidad, en abierto contraste con la iconografía pública de todos los curanderos (“la mayoría de ellos charlatanes y estafadores, y soy magnánimo” pensó Martín).

Iban solos, Teresa y él, pero eso no parecía ser un problema. Ningún peligro a la vista, ni siquiera un perro guardián. Cuando tocaron el timbre se oyó un zumbido. La cerradura de la puerta metálica se abrió, dejándoles paso para que pudieran llegar a la puerta de entrada. Empezaron a entrar, con cierta circunspección ya que la normalidad con la que se estaba desarrollando esta visita era ciertamente sospechosa. Esperaban verse circundados de guardias armados de un momento a otro, o asaltados por perros de combate, o atrapados por mallas de acero irrompibles. Pero en realidad llegaron a la puerta sin sobresaltos.

De repente, la puerta se abrió y un hombre les dijo sonriendo: -Buenos días señores. ¿En qué puedo ayudarles?-

La reacción instintiva de los investigadores fue meter mano a sus armas, con lo cual la persona que abrió la puerta se vio obligada a levantar sus manos, mirándoles con su rostro lleno de stupor.

-No tenemos mucho dinero…- empezó diciendo. Los investigadores se miraron uno a otra y decidieron enfundar las armas.

-Les pedimos disculpas- dijo Teresa. -No somos ladrones, sino policías. Necesitamos hacerle unas preguntas.-

El hombre bajó las manos, suspirando. -¿Policías, eh? Y bastante nerviosos por lo visto. ¿Qué les preocupa, agentes?-

Martín decidió no hacerle notar que no eran simples agentes. Mejor estar focalizados en lo que realmente interesaba para su investigación.

-¿Podemos hacerle unas preguntas?-

-Por supuesto- les contestó el hombre amablemente. -Si queréis pasar nos podemos poner cómodos en el cuarto de estar.-

Entraron y se sentaron. Y todo parecía ocurrir de una forma realmente… ordinaria.

Se agradecen comentarios…

MiniSerial: Error de Transcripción #3

La tercera entrega del mini serial ha llegado:

Tardaron una hora en llegar cerca de los despachos donde habían instalado su cuartel general. Hoy en día funcionaba así. Pocas formalidades, quizás demasiado pocas. Cuando se pierde la disciplina… Teresa tuvo la delicadeza de no hablar mientras conducía su coche; su coche de él; es cierto, estaba conduciendo ella. No se había enterado.

Tenía confianza de poder llegar a centrarse un poco, pero justo cuando iban a llegar a destinación el sonido del móvil de Teresa le hizo sobresaltar. Ella contestó. -Sí. Vale. Espera que tomo nota.- No le dio tiempo a decir nada más. El aullido de una sirena la interrumpió, y la indicación del policía que iba a bordo era clara. Tenían que parar. -Mierda. Te llamo luego.-

Pararon en cuanto le fue posible. El policía se acercó a la ventanilla, que Teresa había bajado ya. -Oiga agente- empezó con tono amable.

-Sus documentos y los documentos del coche por favor señorita.-

-Ehm-, se dejó escapar Martín. Por lo de ‘señorita’, pero de forma equívoca.

-¿Algún problema señor?- preguntó con mucha cortesía y amabilidad el policía.

-Nada, nada- le contestó el ‘señor’. -Es sólo que tenemos cierta prisa.-

-Razón de más para mostrar los documentos. Será una cuestión de un par de minutos, multa por usar el móvil conduciendo, quita de puntos y nada más.- El otro policía se estaba acercando por el otro lado.

-Parece que Usted no sepa quién soy yo- le dijo Teresa.

-Y seguiré sin saberlo mientras no me enseñe sus documentos.- Desconsolado, Martín se dispuso a abrir la guantera para buscar los documentos del coche; al mismo tiempo, Teresa se movió en el asiento para exhibir su cartera con todos los documentos, placa incluida. Y así fue como se complicó todo.

Al ver el arma de Teresa, el policía de su lado se puso a gritar algo (no parecía haber salido de los manuales de instrucción de la academia) y desenfundó su pistola; por puro reflejo su compañero hizo lo mismo, y justo cuando Martín abría la guantera del coche de la que salió so Glock 9mm parabellum. Un arma que no encajaba con el perfil del ciudadano medio de Madrid. El reflejo de Martín fue de coger el arma que estaba cayendo, y el del policía fue de disparar.

Suerte que los cadetes de hoy en día no son como los cadetes de antaño. En cuanto a puntería. De los ocho golpes que los policías dispararon sólo dos llegaron a perforar el coche. De los otros nada más se supo. Buena señal: no habían matado a nadie.

Cuando los ánimos se hubieron tranquilizado, la escena residual fue cómica. Los policías sin capacitarse todavía de lo que había pasado, y eso que habían disparado ellos. Martín y Teresa en el coche con las manos en alto, un zumbido en los oídos y todavía sin creer que estaban vivos todavía. De momento.

Eso que se ve en las series americanas, que todos los policías conocen y reconocen a los jefes e investigadores… todo mentira. Hizo falta otra media hora para que fuera posible aclarar la situación de cada uno. Y todos tenían un zumbido constante en los oídos, y se expresaban más por signos que verbalmente. Al final todos estuvieron de acuerdo: había sido un malentendido, y gracias a Dios nadie había resultado herido o muerto; no había pasado nada. Martín no estaba totalmente de acuerdo. Miró el parabrisas astillado y el agujero en el respaldo del asiento en el que se encontraba antes de agacharse. El proyectil había traspasado el asiento para ir a clavarse en el asiento de atrás. Es decir, sustitución de dos asientos. Sin comentarios.

Cuando por fin pudieron reanudar la marcha ya se estaba haciendo tarde. Teresa fue pisando demasiado y, cuando un coche de policía intentó pararles, no le hizo caso y se dirigió a la estación de policía que distaba un par de calles no más. Cuando llegaron, encontraron un comité de bienvenida inesperado, con armas dirigidas hacia ellos. Martín se escondió instintivamente debajo del salpicadero. Teresa levantó las manos y esta vez no intentó enseñar la placa. Finalmente, Ramírez se abrió paso entre sus colegas y consiguió apaciguar los ánimos.

Habían conseguido llegar. El dolor de cabeza de Martín se había multiplicado por cien, y el valor de su coche había disminuido de la misma cantidad. Teresa estaba algo nerviosa. Suerte de la enfermería de la estación: unos cuantos ansiolíticos consiguieron tranquilizarla.

El día era a cada momento más extraño. Ojalá hubiera alguna buena noticia.

-Tenemos el nexo- dijo Ramírez cuando consideró que los dos investigadores estaban en condiciones de asimilar la noticia. Que parecía buena. Tenía que serlo.

-Es decir…- el rostro de Martín debería expresar excitación, posiblemente admiración por el trabajo del equipo, hasta emoción por los acontecimientos futuros e incógnitos. Pero en realidad no conseguía expresar nada en absoluto, y se convertía en muecas grotescas. À la merde. ¿Qué le habrán dado los chicos de la enfermería?

-Todas las víctimas habían ido a visitar a un mismo personaje. Una tras otra, pocas horas antes de suicidarse.-

-Interesante.-

-A lo mejor les han suicidado de verdad- intervino Teresa.

-Es posible- siguió Ramírez. -Y sin embargo creo sería un disparate creer en esta posibilidad.-

-¿Por qué? ¿Qué iban a hacer con este personaje? Ya lo estoy viendo llegar, droga, contrabando de armas, mujeres…-

-No, no, qué va. Nada de todo eso. Se trata de otro tipo de personaje. De una especie de brujo.-

Y era cierto, por muy sorprendente que pudiera parecer a los ojos de Martín y Teresa. Se trataba de un personaje completamente distinto de todos los conocidos y por conocer, que desempeñaba un papel singular en el panorama de los curanderos. No se le veía en público, no protagonizaba espectáculos televisivos de dudosa calidad (y efectividad), no era fácilmente accesible. Pero, eso sí, por unánime admisión, el éxito de lo que decía a sus clientes, de sus consejos, era asombroso.

Así que iban a verse cara a cara con un personaje muy importante y muy poco famoso. E iban bien escoltados. Por si a caso.

Y con un coche oficial, ya que el coche de Martín se había quedado en el taller de la Policía misma. El Ministro de Interiores había prometido que el ministerio pagaría las reparaciones necesarias; ya Seremos.

Si alguien quiere comentar puede hacerlo, no me lo voy a tomar a mal (todo lo contrario, se agradece mucho)

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