Estamos llegando al final…

-Hola, pareja- exclamó Pedro.

La más rápida en reaccionar fue Teresa, Martín estaba todavía medio dormido. -No somos pareja- dijo.

-Profesionalmente me parece que sí. Sentimentalmente no es asunto mío. Mi hermano y yo éramos pareja. Profesionalmente.- Miró al arma de Teresa, que seguía apuntando a su figura. -¿Puedo pasar o piensas matarme?-

Teresa recapacitó y enfundó el arma. -Claro que puedes, adelante.-

Pedro hizo un paso pero Martín le sorprendió. -Hey, para un momento. Esta es mi casa. Yo decido quién entra y quién no entra.-

Pedro le miró, y dijo -bueno, tienes razón. Entonces dime: ¿puedo pasar?-

-Por supuesto, no voy a dejar a un amigo en el umbral de mi apartamento. Pasa y ponte cómodo.-

-Desde luego…- le dijo Teresa en voz baja.

El rostro de Pedro transmitía paz, tranquilidad, relajación. Como siempre. Parecía haber asimilado la muerte de su hermano y todos los acontecimientos relacionados más y mejor que Martín o que la misma Teresa.

-He estado pensando mucho en la muerte de mi hermano.-

-No me extraña.-

-Hay algo no acabo de comprender. He empezado considerando que un ordenador por sí solo no se puede equivocar en transmitir un mensaje. Reiteradamente. Y, se podría decir, con alevosía. Eso no va con los ordenadores, eso va más bien con los seres humanos.

-Así que he empezado a investigar por mi cuenta. No soy un profesional como Ustedes, pero conozco a mucha gente, y poco a poco he ido tirando del hilo. Y he llegado a una conclusión interesante. Alguien ha actuado positivamente para que lo que ha ocurrido ocurriera.-

Teresa le interrumpió, perpleja. -Bueno, nosotros ya hemos archivado el caso como suicidio, y no me refiero solo al caso de tu hermano (que era evidente) cuanto también a los demás casos de suicidio. Que fueran inducidos o no, en el fondo, ya carece de importancia, sobre todo si han sido inducidos por un fallo informático.-

-Claro. ¿Y si en realidad no se trató de un fallo informático? ¿Si alguien realmente quiso que estas personas se suicidaran o murieran, incluido aquí mi hermano?-

-Vaya.- En Martín se podía leer cierto escepticismo. -Ahora te apuntas a una teoría del complot, por lo visto. ¿Cuál prefieres? En el mercado puedes encontrar unas cuantas.-

-Ríete cuanto quieras, pero tengo pruebas. Y pruebas realmente sorprendentes, que involucran a personajes desconocidos al ciudadano corriente.-

-No vale. No tiene gracia. Una teoría del complot con personas normales… eso no conseguirás venderlo a nadie.-

-No quiero venderlo a nadie, Martín. Porque no tengo nada que vender. Lo único que quiero es que me ayudéis, nada más. ¿Cómo os va en la Central?-

-Podría ir mejor- contestó Teresa. -La verdad es que ahora nos estamos aburriendo bastante; eso de que hay un homicidio interesante cada semana es solo para las series TV, que deben llenar la programación. Pero estamos practicando mucho con el Sudoku on-line.-

-Mi propuesta os va a gustar- dijo convencido. -Vais a pedir excedencia para venir a trabajar conmigo.-

El efecto fue devastador. Los dos sobresaltaron al unísono. Y al mismo tiempo dijeron -¿vamos a hacer qué?- Como si él les pudiera convencer u obligar; el don era propiedad intransferible de su hermano.

-Es cierto- les contestó, como leyéndoles el pensamiento. -Pero sabéis que tengo otros talentos. Especialmente en ‘leer’ a las personas, y también en otros campos, como en la informática, por ejemplo. Sin contar que los muchos años transcurridos a ayudar a los demás con mi hermano, sin dejarnos llevar mucho por el consumismo contemporáneo han dejado cierto colchón que, después del fallecimiento de mi hermano, me permite reconstruir una actividad.-

-Interesante- dijo Martín -pero todavía no entiendo cómo podríamos encajar.-

-Ni porque deberíamos hacerlo- puntualizó Teresa.

-Porque, amigos míos, vamos a descubrir quien ha querido realmente la muerte de estas personas, y también la muerte de mi hermano. Lo podemos considerar un entrenamiento. Luego nos dedicaremos a resolver crímenes informáticos.-

-Para esos ya hay un departamento trabajando.-

-No se ocupa de los crímenes de los que estoy hablando.- Se dio la vuelta, dirigiéndose a la puerta de salida. -Creo que os será suficiente una breve sesión para que podáis entender, necesito veros en mi casa. Ya sabéis como llegar.-

-Pero…-

-Esta tarde, a las cuatro. Os espero.-

Y se marchó sin darles la posibilidad de rebatir.

-¿Qué hacemos?- preguntó Martín.

-Yo no tengo compromisos para esta tarde- le contestó la socia. -Y tu tampoco.-