-Así que los deefe tienen un nuevo depredador- constató Zinna con alegría. Ella y Coonie estaban viendo cómo una nueva planta había agarrado una de las deefe con sus sarmientos y la estaba estrangulando.

-A las traidoras, su merecido – le contestó la otra, ácida.

Las deefe eran unas alimañas para el grupo, según decía Zinna. Deefe se refería a “double face”, epíteto reservado a todas aquellas a las que le gustaba mantener cierta relación con el otro grupo. Zinna se puso a reír a carcajadas, de forma excesiva incluso para una jefa de manada como ella, hasta llegar a preocupar a Coonie.

Coonie había sido la madre adoptiva de Zinna desde que ella tenía una decena de meses de vida, y la vio crecer y transformarse en la jefa actual. Mantenía mucho afecto para ella, pero a veces tenía la impresión de que su pequeña había crecido demasiado deprisa para convertirse inesperadamente en un ser despiadado, que mantenía a racha las demás mujeres de la manada, incluyendo a las que eran más viejas y experimentada.

Nadie cuestionaba su autoridad, por lo sabido. A veces algunas voces críticas se habían apagado solas, otras veces se habían enfermado… la historia ofrece muchas especulaciones al respecto.

-¿A qué se debe este interés de las plantas por las deefe?- preguntó finalmente Coonie, como si Zinna fuera capaz de proporcionarle una respuesta sensata. -Por lo visto escogen únicamente a ellas.-

-Échales la culpa, entonces. Como si los sarmientos tuvieran la posibilidad de decidir. Yo creo que les gusta el sabor de las deefe, nada más; su olor también será diferente del nuestro, ya que han estado muy cerca de los hombres.-

-Como cuando nos apareamos nosotras con ellos- dijo Coonie -pero nosotras nos apresuramos a lavarnos para deshacernos enseguida de esa peste a hombre. No puedo comprender como les pueda gustar a las deefe.-

No habían dejado de mirar a la chica que la planta estaba acabando de estrangular. Ya no se movía, y los sarmientos se retiraron inexorablemente arrastrando su cuerpo hacia la base del tronco de donde la planta iba a succionar todos los nutrientes vitales que le interesaban, antes de abandonar el cuerpo a su lado, junto con los demás cuerpos. Todas mujeres, todas deefes.

Este árbol mutante era increíblemente resistente a la lluvia ácida y desde un par de meses había hecho su aparición en el territorio de la manada; o eso afirmaba Zinna, sin que ninguna de ellas le llevara la contraria. Una joven, llamada Olaphia, aventuró la posibilidad que se tratara de la mutación de un árbol ya presente en el territorio, pero Zinna no la tomó en serio: la mañana siguiente Olaphia se había mudado a otra manada; o eso afirmaba Zinna.

Lo cual no cambiaba un ápice de la realidad, y Coonie lo sabía condenadamente bien: el ambiente alrededor de la manada femenina estaba cambiando; ella conocía las reacciones de causa – efecto que regían su mundo, pero no se atrevía a hablar por miedo a que Zinna no la respetara ni a ella. Los resultados nefastos de las plantas mutantes que se comían a las deefe permitían solucionar un problema, pero al mismo momento creaban otro, y sus efectos en el breve término eran impredecibles.

-La culpa es nuestra, y lo sabemos.- Coonie se puso pensativa. -Hemos cambiado el medio ambiente. Y con ello, hemos cambiado sus reglas.-

-Hey Coonie, cuidado en lo que dices. Yo no he hecho nada.-

-Tú no, ni yo tampoco. Me refiero a todo el género humano, y a los errores que nuestros ancestros cometieron, la mayoría de ellos sin ni siquiera darse cuenta. La contaminación ambiental fue el primero- dijo mientras las demás que estaban presentes asentían, especialmente las más veteranas; -y el pacto de abertura a los centaurios fue el siguiente.-

-¡Y que lo digas!- La voz de Olashia, la hermana de Olaphia, había resonado fuerte y clara. -¡Cómo si esos hubieran sido nuestros únicos errores! Menos tardaríamos en enumerar nuestros aciertos. Las plantas mutantes sólo son un cáncer más en nuestra Tierra, en la Tierra que tendríamos que haber dominado, pero con inteligencia, y no con tozudez ni con cobarde puño de hierro.- Su mirada estaba clavada en Zinna, ya que no se había creído en ningún momento la historia acerca de la desaparición de su hermana.

Aire de tormenta y de rebeldía, y Zinna no podía aceptarlo.

-Estamos corrigiendo los errores de nuestros ancestros- dijo creyéndoselo de verdad. -Hemos mejorado nuestro estilo de vida, ya no vivimos en cuevas y hemos empezado a recolonizar las antiguas ciudades.- Era cierto. Algunos clanes de mujeres habían vuelto a la ciudad de Houston, y corría la voz de que en otras ciudades estaba ocurriendo lo mismo, a pesar de que la veracidad de las informaciones no podía ser comprobada fácilmente, y los rumores eran ya una certeza de por sí.

-Dicen que hace tiempo las personas se comunicaban de alguna forma, y hasta se desplazaban de una ciudad a otra utilizando artefactos voladores.- Myrcia había hablado, y a ella no le llevaba la contra ni siquiera Zinna; siempre estaba callada, a pesar de ser una de las más antiguas, por lo tanto sus raras pronunciaciones eran acogidas con el debido respecto.

-Puede ser, pero todo ello no se encuentra a nuestro alcance ahora- lo cual era crudo realismo. -Tenemos que preservar y volver a construir lo que teníamos los seres humanos; volveremos a la supremacía que hemos perdido, y que ¡aún nos pertenece!-

¿Discurso emocionante? Las mujeres de la manada no parecían creerlo.

-No lo entiendes, ¿verdad?- le dijo Coonie después de unos instantes de silencio tétrico. -A lo mejor ya no tienes capacidad para liderar una nueva fase; puede que sea necesario buscar a otra jefa.-

-Y a otros principios que nos muevan- añadió Olashia. No quería dejarse escapar la ocasión para vengarse. -La separación de los clanes masculinos y femeninos es antinatural.-

-¡No es cierto!- Zinna reaccionó al instante a las palabras de Olashia. -Las mismas plantas lo acaban de demostrar. Cazan y matan solo a las deefe.-

-Es un hecho- rebatió Olashia -pero a lo mejor la causa real no es la evidente.-

-¡Mientes!-

-Y tú sigues hablando de ‘nuevas plantas’ sin darte cuenta de que estás hablando de una Kudwu mutada.- Todas se dieron la vuelta para observar la planta que se acababa de tragar una deefe. Era cierto, la planta era una Kudwu; pero las Kudwu no eran plantas carnívoras, lo cual no quería decir nada en absoluto.

Bueno, sí. Quería decir que Zinna se había equivocado, y que su posición era siempre más débil, especialmente comparada con la de Olashia. Necesitaba otros argumentos.

Si una mirada pudiera matar…

Una sombra negra se vislumbró entre las plantas, nuevas o mutadas, a saber. -¿Veis? Es una escorpión con sus crías- sentenció indicando el animal de casi un metro de alto, que estaba desplegando sus placas óseas y su aguijón asesino hacia las mujeres. -Está protegiendo a sus crías, a pesar de que nosotras no seamos una amenaza para ellas. Es lo que nosotras hacemos. Proteger a nuestras crías.-

-Yo no soy una escorpión- dijo Myrcia con extrema tranquilidad. No añadió argumentos, se limitó a constatar. Nadie en el clan se atrevió a decirle que se equivocaba, principalmente porque estaba en lo cierto.

La madre escorpión se había retirado y había desaparecido entre el follaje intenso que las rodeaba, no iban a verla más en todo el día. Zinna se estaba empezando a preocupar, viéndose siempre más aislada conforme la discusión iba progresando. Ahora parecía haber tomado incluso tonos de rebelión más abierta, y su liderazgo estaba peligrando.

-Yo sé controlar a las fuerzas de la naturaleza- afirmó Zinna con mucho ardor; era el momento de ser bocazas, de manifestar una seguridad de la que ella, como todas, carecía: sería su aval para seguir liderando la manada, el clan. Pero los faroles no siempre salen bien.

-No las controlas. Nadie las puede controlar.- Había sido la voz de Olashia; Zinna estaba ahora justo en el centro de un semicírculo que se había ido formando de forma espontánea. Ahora estaban presentes todas las mujeres del clan. -Míranos- desafió a Zinna -y dime cuantos y cuantas crías ves en nuestro clan.-

-Es irrelevante, Olashia, y tú lo sabes bien.- La respuesta era obligada, porque no habían nacimientos en el clan desde hacía muchos años. Desde que Zinna lo lideraba.

-No lo es. Se debe únicamente a tu fobia por los varones.- La voz pilló por sorpresa a Zinna: había hablado Karish, una de las más jóvenes, y de hormonas más inquietas. Las deefe solían ser las más jóvenes, así que a Zinna no le costó replicar -¿qué te pasa, Karish? ¿Tú también quieres enrolarte entre las deefe, y acabar siendo comida de esta planta idiota?- Las mujeres casi se olvidaban de la planta mutante.

El argumento debería haber tumbado a la joven, pero ella respondió -es que para ti, Zinna, todas las que queremos la compañía de hombres somos deefe; no lo somos, y no queremos a los hombres sólo para copular. En el principio no era así.-

-Es lo que tengo entendido- reforzó Myrcia. -Antes hombres y mujeres convivían; con sus diferencias, pero convivían. Había momentos en los que se iban cada uno por su lado, pero convivían.- Un discurso largo, por lo que acostumbraba la veterana. Zinna empezó a preocuparse, el peso de las intervenciones de Myrcia la estaba dejando con menos apoyos. Lo podía leer en las miradas de las demás, especialmente en las de las más jóvenes.

Olashia no se dejó escapar la ocasión. -Nos has llevado por mal camino, Zinna. Nos has aislado aún más que tu predecesora, y no quieres ver cuánto te equivocas.-

Zinna se sentía acorralada, pero no se resignaba a admitir sus errores; no quería reconocer que sus comportamientos habían ido muy en contra de la naturaleza humana, y todo para uso y disfrute de su ego. -¡Coonie!- exclamó. Su madre adoptiva se encogió de hombros. La quería, pero estaba equivocada.

Al ver que hasta Coonie la había abandonado, dio la espalda al semicírculo de la manada y se encaró directamente con la Kudwu mutada. -¡Tengo razón! ¡Y controlo la naturaleza! La naturaleza me obedece, a mí sola. Como esta Kudwu: si yo se lo ordenara, os atraparía a todas y os devoraría.-

Movió su mano derecha, molesta por algo que le estaba rozando la oreja. Cuando se dio cuenta de que se trataba de uno de los sarmientos de la Kudwu, ya era tarde: la planta había empezado a enrollarse alrededor de su cuello, y empezaba a estrangularla.

-No creo seas una deefe, Zinna- le dijo Coonie con sorprendente tranquilidad. -Lo cual nos replantea tu razonamiento acerca de las preferencias alimenticias de esta planta. Me parece que todas tus teorías hormonales están siendo desmentidas. Al no ser que nos estuvieras escondiendo algo.- Zinna aún luchaba para defenderse.

-Yo creo que la Kudwu ataca a las mujeres de la manada que no están protegidas por el clan. Son presas más fáciles para ella.- Ahora Olashia había tomado la iniciativa, se veía que iba a ser la nueva líder.

Las mujeres se acercaron, algunas sacaron sus cuchillos para cortar los sarmientos para salvar a Zinna, pero ella las alejó y con el poco aliento que le quedaba dijo: -prefiero morir.-

Y la naturaleza, que ella tanto dominaba, la segundó.

***

Dos días después, Olashia ya controlaba el clan exhibiendo un estilo de liderazgo totalmente distinto. Era más dialogante, y se quiso rodear de mujeres que debatieran con ella los grandes temas de la vida. Coonie, que era una de las veteranas, a pesar de no haberse recuperado todavía de la muerte de Zinna, en especial por las circunstancias que la rodearon. Luego, Myrcia, Karish y otras dos jóvenes, Tixia y Larkoly. En sólo dos días, nadie ya hablaba de deefes, pero el tema de la relación con los hombres era objeto de debate: según Olashia era importante estudiar y definir el tema antes de tomar decisiones, había que estudiar las consecuencias esperadas, ya que las inesperadas eran impredecibles.

-La Kudwu no está dejando tranquilas- estaba comentando Karish.

-Como sigamos así de buen rollo va a morir de hambre- contestó Tixia, y enseguida se arrepintió. Coonie no se había recuperado todavía de la emoción de ver como la planta mutante se llevaba a su hija de manada. Tendría que haber sido más delicada, tal como la mirada de Olashia le dio a entender. Cerró los ojos, la boca y agachó la cabeza.

Sin embargo tenía razón. -Si nos mantenemos unidas no nos podrá hacer daño- había dicho Olashia.

-¿Y si nos vamos a otra parte?- preguntó Larkoly. Los jóvenes, soluciones rápidas y poco reflexionadas. Además, sin darse cuenta había vuelto la mirada hacia el este, hacia el clan de los varones.

-Esperaremos. Estudiaremos. Y luego propondremos una solución para volver a ser lo que el hombre fue antaño.-

Olashia mandaba ahora, y las mujeres le hacían caso no tanto por las consecuencias que se deberían esperar en caso de insubordinación, cuanto porque Olashia era una líder natural; y tenía razón cuando decía que lo primero era conseguir encontrar unas leyes básicas; encontrar, no establecer.

La tradición oral que Coonie y Myrcia compartían con las más jóvenes tenía raíces profundas, que remontaban a cuando los humanos controlaban la Tierra; no controlaban la naturaleza: a veces luchaban contra ella, a veces la dejaban a su aire, y en el largo término siempre acababan derrotados por ella. Las dos mujeres eran un auténtico pozo de sabiduría, y un activo importante para el clan.

-Si pensamos en las consecuencias, la varonfobia de Zinna nos iba a llevar directamente a la extinción- proclamó Karish. Nadie le llevó la contraria, básicamente porque todas sabían que tenía razón. Era lógico. No varón, no embarazos, no críos ni crías, la población envejeciendo…

-Lo cual no significa que nos tengamos que lanzar en los brazos de los varones- le rebatió Ryna, que era algo más madura. -Acuérdate de que Zinna no era la única responsable de esta situación; los varones también tienen que pensar antes de actuar.-

-Tienes razón.- Olashia refrendó las afirmaciones de Ryna. -Nosotras sin embargo podemos responder sólo de lo que hacemos y descubrimos. En cuanto tengamos las ideas más claras las compartiremos con ellos también.-

Se pusieron a compartir ideas acerca de la naturaleza que las rodeaba. Era lo mejor que podían hacer, y lo más urgente: luego pasarían a los temas sociales. La naturaleza cambiaba con mucha rapidez. -La Kudwu no nos dejará en paz durante mucho más tiempo. Hace dos días que no come a ninguna de nosotras, empezará a tener hambre.-

-Karish, te estás empezando a obsesionar con esa planta. A lo mejor ha cambiado de dieta y ha empezado a comer los escorpiones o los escarabajos.-

-No creo que le gusten. Sus placas de protección, las que despliegan cuando se ven amenazados son de un polímero orgánico, cierta reelaboración del plástico. Dudo mucho que lo pueda digerir. Los humanos somos más aprovechables para ella.-

Olashia la estaba mirando con sorpresa. -Mira por donde, mi pequeña Karish. Tu razonamiento es lógico, así que podemos afirmar que estás en lo cierto. Pero ¿cómo habrán acabado recubiertos de plástico estos bichos?-

-Comiendo, supongo. Se habrán pasado generaciones y generaciones escarbando entre los desechos del vertedero, seguro que han encontrado un sistema para metabolizar los polímeros.-

-Coherente.-

La historia de la adaptación de las especies a su entorno era tan vieja como la humanidad misma. Los animales siempre se han conformado con lo que su hábitat les proporcionaba; cuando eso no fue satisfactorio, tuvieron lugar las migraciones; y cuando no fue suficiente, la extinción. El hombre, en cambio, siempre se ha demostrado reacio a conformarse, prefiriendo modificar su entorno según sus necesidades y, a veces, según su antojo. Más que ‘a veces’.

Por esta misma razón se había llegado a ese punto.

-Las cosas van de mal en peor.- Esta vez había hablado Larkoly, pero Myrcia se apresuró a desmentirla.

-Para nosotras, puede. Para los escorpiones, no tanto. Y la Kudwu…-

-La Kudwu evoluciona, nosotras no. Zinna nos estancó en una involución varónfoba estéril que nos ha hecho perder mucho tiempo y enfrentarnos a todos los clanes.-

-Karish, por favor, no te obsesiones con el pasado y con Zinna.- La voz de Ryna resonó tranquila pero firme. -Tenemos que mirar hacia adelante. Algunas de nosotras tienen más derecho que nadie a reprocharle cosas a Zinna, la primera de la fila la misma Olashia. Pero las muertas no pueden rectificar ni cambiar. Ya están al otro lado de la existencia, mientras nosotros nos debatimos aquí, esclavas del tiempo y del espacio.-

Olashia vio que debía poner un poco de orden.

-Vamos por partes, entonces. En primer lugar, podemos afirmar que la separación de la manada en varonil y femenina ha sido un error.- Todas asintieron. -Para corregir este error tenemos que estudiar un plan, y lo haremos después.

-En segundo lugar, podemos afirmar que la reproducción es para nosotras y para nuestra especie una necesidad: no queremos envejecer ni como clan ni como especie.-

-De acuerdo, con matices- interrumpió Coonie.

-Matices y planes de corrección para después, cariño. Ahora nos conformamos con enumerar los problemas.-

-Por mi vale.-

-En tercer lugar, el factor adaptativo. Necesitamos recuperar el espacio que todas estas criaturas mutantes nos han sustraído.-

-Deberíamos atacar a la Kudwu con hachas- dijo Karish -y cortarle esos sarmientos asesinos. Luego podríamos cortarla por completo, hacerla pedazos y encender una hoguera con su tronco.-

-Es una posibilidad. En cuarto lugar, queda por considerar el factor ‘alimentación’.-

-Creo que estamos bien alimentadas- contestó Ryna provocando las risitas de las chicas más jóvenes. No se quería dar cuenta que sus formas habían cambiado.

-Morimos jóvenes. Coonie y Myrcia son de las mayores y acaban de pasar los cuarenta años. Por lo que tengo entendido, en los años de oro de nuestra especie los humanos llegaron a vivir más de cien años.-

-Y la cosa acabó como acabó- contestó Myrcia, lacónica como siempre.

-También hay puntos medios. La medicina natural era una realidad.-

-Lo sigue siendo- intervino Larkoly, quien precisamente se había adentrado en los misterios de las pócimas y las infusiones. -Pero muchas plantas ahora no se encuentran, y otras han perdido su efecto.-

-Lo cual significa que la naturaleza evoluciona; y si no somos capaces de seguir su evolución nos quedaremos desfasadas y paralizadas- refrendó Tixia.

-Así es- confirmó Olashia, orgullosa al ver que las mujeres estaban siguiendo su discurso. -Creo que todas debemos reflexionar acerca de estos cuatro puntos.-

-Y yo creo que podemos hacerlo mañana.- El bostezo de Myrcia contagió a las demás quienes de una en una, disculpándose, se fueron a descansar.

Sólo quedaron medio despiertas Olashia y Coonie.

***

-Antes los escorpiones gigantes no existían.- La afirmación pilló por sorpresa a Olashia.

-El otro día vi también a una especie de tarántula, como las que nos describiste, pero mucho más grande, de las dimensiones de un escorpión. ¿Crees que está ocurriendo algo?-

-Lo que te digo. No existían. Está pasando algo, es cierto.-

Coonie se quedó pensativa unos instantes, luego siguió con su razonamiento. -Nos hemos deshecho de las leyes de la naturaleza, hemos dicho que las leyes de la naturaleza pueden cambiar a su antojo, y ahora la naturaleza nos está haciendo caso.-

Un escalofrío recorrió el sistema muscular de Olashia, transportado de forma instantánea por su aparato neuronal. Se puso a temblar como un cascabel de esas serpientes diminutas que aún se pueden encontrar en la estepa. Miedo. A lo desconocido, y al futuro en general.

-¿Qué vamos a hacer, Coonie? ¿Cómo podemos estabilizar la situación?-

-Tendremos que volver a tomar el control de ella. Volver a controlar la naturaleza.- Su mirada era fija, apuntando hacia una zona no bien identificada del bosque.

-No podemos hacerlo: ¡esto fue precisamente lo que nos condenó!-

-No fue esto lo que nos condenó. Fue el no respetar las reglas de la naturaleza.-

-¿Hay diferencia?-

-Mucha. Hemos de respetar a la naturaleza tal como es. Estas plantas- estaba indicando la Kudwu -nunca habían atacado a los seres humanos. Ellas tampoco se están comportando según su naturaleza. Se están equivocando, exactamente como nosotros.-

-¿Exactamente?-

-Bueno, casi exactamente. Lo curioso es que no disponen de voluntad propia, así que si su comportamiento parece extraño en realidad se debe únicamente a una respuesta lógica, un efecto que se debe a una causa. Remueve la causa, y el efecto desaparecerá.-

Las dos mujeres se quedaron silenciosas y pensativas unos momentos. Fue Olashia quien decidió romper el silencio.

-Sabes muchas cosas, Coonie. Muchas más de las que yo me esperaría de la madre de Zinna. ¿Por qué no le has contado a ella lo mismo que nos has estado contando a nosotras en estos pocos días?-

-Lo hice- le contestó Coonie plácidamente -pero no me hizo caso. Así que me amoldé a su manera de llevar la manada, y ella me respetaba por ser su madre. Prefirió cerrar sus ojos ante la lógica consecuencia de sus actos, lo cual no impidió que se produjeran.-

-Yo te hago caso- rebatió Olashia.

-Por eso mismo creo que hay esperanza. Para nosotras y para toda la humanidad.-

Estaba pensando en lo mucho que se debería arreglar en la Tierra para que la vida volviera a su curso, sin desequilibrio, respetando la a veces cruel armonía de la creación.

-Puedes hacerlo y lo harás. Y el río de la creación volverá a su cauce.-