Y el gran final…

A Martín le gustaba llegar a tiempo a las citas; esa era su idea, casi una obsesión. Que Teresa, evidentemente, no compartía. Cuando consiguieron llegar al chalet del curandero, o del hermano del curandero, o de una empresa puente para ser más precisos, era tarde.

-Justo a tiempo para el té- dijo Teresa antes de bajar del coche, con voz relajada y tono de quien considera que de verdad han llegado justo a tiempo.

-Una hora de retraso. Y eso que yo conducía- le dijo Martín, quién evidentemente no compartía la despreocupación de su socia. La conducción agresiva le había afectado más a él que a ella.

-Bueno, él que dice las cuatro también dice las cinco o las seis.-

-Excusas de poco valor. Llegamos tarde, y punto. Y por tu culpa.-

-Parecéis un matrimonio en sus bodas de oro, pareja.- La voz había llegado de la nada, en cuanto habían cruzado la valla de entrada al chalet. Teresa se sorprendió, Martín no mucho: le podían mucho más los nervios por haber llegado tarde a la cita.

Cuando se acercaron a la puerta de entrada, un zumbido les indicó que podían servirse ellos mismos, entrar y ponerse cómodos. Nadie les había abierto la puerta, así que entraron a la sala de estar donde se reunieron por primera vez con Pedro. Pudieron apreciar cambios interesantes; diríamos tecnológicos. Pantallas planas. En cada rincón. ¿Estaba planeando transformarla en una sala para ver el fútbol el fin de semana?

-Espero os gusten los pequeños cambios aportados- dijo Pedro entrando tranquilamente en la habitación. -No hemos acabado con ellos todavía, pero ya está cogiendo la forma que necesitamos para trabajar.- La afirmación suscitó expresiones interrogativas. Los investigadores estaban acostumbrados a que no les dijeran toda la verdad, a que no les expusieran todos los hechos. Por ello investigaban.

En este caso en realidad no había nada que ocultar; Pedro se dejaba llevar completamente por su sentido de la teatralidad, se recreaba en el misterio y en la suspence como siempre había hecho con sus clientes, era un envoltorio marca de la casa que ya se consideraría irrenunciable.

-Efectivamente, llegáis tarde.- Martín miró a Teresa con cara de desafío, de “ves, te lo dije”, pero ella no le hizo ni caso. -Sin embargo, podemos sobrevivir a ello; con la ayuda de nuestros nuevos compañeros.-

Miraron a su alrededor. No vieron a nadie. -¿Y cuando llegarán?-

-Ya están aquí, entre nosotros.-

Y con un gesto teatral empezó a encender las pantallas de una en una. Y a presentar a los ‘compañeros’.

-Aquí Juan de la Cruz, un experto en saltarse todos los sistemas de seguridad informática. A vuestra derecha, Agustín, que ha empezado a denominar el fenómeno de los Quarxs, pequeñas partículas que hacen que un objeto se presente de repente en una diferente parte del espacio, Ambrosio, que como buen milanés se ha especializado en la detección y desencriptado de las cuentas bancarias offshore, ha hecho mucha experiencia con las cuentas de los milaneses en Suiza pero ahora las Cayman no tienen secretos para él; Francisco Javier es nuestro programador y desprogramador; y Bernardo es nuestro coordinador.

-Cada uno con su pantalla, para estar físicamente presentes. Es la única manera de conseguirlo. Porque, lo creáis o no, todos ellos están muertos.-

Se hizo silencio. Los nuevos compañeros se miraban uno a otro. Y los investigadores… bueno, se puede imaginar. Hasta que Bernardo rompió el silencio.

-Oye Pedro, creía que les habías preparado adecuadamente.-

-Bueno, en realidad quería darles una sorpresa para levantarles un poco los ánimos, les vi muy tristones esta mañana, así que…-

-De tristones nada, no es excusa.- Y luego, dirigiéndose a los investigadores, siguió. -Apreciados, siete en compañía de la SSA, la Saints Supernatural Agency, una agencia de apoyo que os va a ayudar a resolver algunos problemas que Ustedes consideran, hoy por hoy, sin solución. Uno de ellos es el caso del hermano de nuestro anfitrión.-

-De los suicidios- dijo Teresa.

-De suicidios nada- la interrumpió enseguida Francisco Javier. -Los ordenadores no se equivocan de forma tan selectiva. Esto es obra de alguien.-

-No somos la única agencia que opera a un nivel espiritual, querida- le dijo Ambrosio. -La diferencia está en que nosotros sólo operamos haciendo el bien, y el bien es nuestra única recompensa.-

-Es decir, que no cobráis- Martín sacó las sumas rápidamente. -Mola. Me apunto. Veo. Me subo al carro.-

-Pero ¿si no sabes ni qué es lo que hay que hacer?- le contestó Teresa, parándole los pies y rebajándole su entusiasmo.

-Me da igual. Si hay Santos de por medio no puede ser tan malo; además no cobran, y así nos vamos a ahorrar muchos gastos. Ya veo porque Pedro quiere que nos subamos al barco. Seremos un equipo fenomenal los cuatro.-

-¿Cuatro?-

-Pedro, tú, yo y la SSA al completo.-

-Yo no he aceptado todavía.-

-Lo harás, porque sabes que es lo correcto- se limitó a decir Pedro.

Una vez más, demostró estar en lo cierto.

Y fue así como la SSA volvió a trabajar en el mundo, descubriéndolo a los ojos de los humanos y haciendo que parezca algo menos misterioso; el único misterio que permanecía era el mismo de siempre. ¿Cómo conseguía el hombre estropearlo siempre todo?

Como se puede apreciar, la Saints Supernatural Agency ha vuelto. ¿Os acordáis de cuando apareció por primera vez? Fue en mi Islas en el Universo. El próximo jueves, para refrescar un poco la memoria, vais a poder leer el primero de los cuentos de la SSA.