-Sé lo que estás pensando Jim, pero no te pedí que vinieras a verme para que yo pudiera tratar de reclutarte de nuevo en el ejército. Es cierto, te podría utilizar en la flota y hasta me vendrías muy bien para ciertos trabajos, pero sé que diste la espalda a esa carrera hace mucho tiempo.-

Jim miró con escepticismo. -Entonces, ¿qué quiere de mí, almirante?-

-Bueno, acabo de tener un encuentro bastante molesto con el capitán Richtard. Ella se presentó en mi oficina hace unas horas; por lo visto había vuelto a toda pastilla del espacio profundo. Estaba sola. Su nave espacial, la Nectarina de otoño, se supone que salió para una misión en el espacio profundo, dónde permanecerá los próximos seis meses. Francamente, parecía un poco enfadada: ha estado despotricando sobre alguna catástrofe que se habría abatido sobre su nave, pero lo que decía no tiene mucho sentido.-

-¿Su nave ha quedado destruida o dañada?-

-No: ella está convencida de que la Nectarina de otoño está intacta y su tripulación viva, aunque debilitada de alguna manera, y afirma que tenemos que enviar a alguien inmediatamente para reactivar el equipo y traer de vuelta la nave. E insiste en que te enviemos a ti. Dice que eres el único que puede ayudar a su nave y a su tripulación. Parece pensar que sería peligroso enviar a nadie más. ¿Sabes por qué puede ser?-

Jim no vaciló. Sabía vagamente quién era el capitán Richtard, pero nunca la conoció. En cambio, conocía muy bien a la Nectarina de otoño.

-¿Tiene alguna relación con la Nectarina de otoño?-

Jim estaba seguro de que el almirante Trigger ya sabía la respuesta a esa pregunta.

-Bueno, conozco a un teniente que se encuentra a bordo de la Nectarina de otoño, Julie Thon. Tuvimos una relación, hace algún tiempo, pero ha sido hace mucho tiempo.- No quería que el almirante le preguntara con más detalles.

-Ya veo. En ese caso, tal vez debería enviar a otra persona…-

-No.- Jim se levantó y miró el Almirante Trigger directamente a los ojos. -Yo lo haré. Usted sabes que estoy calificado para este tipo de trabajo. Si la nave y su tripulación han sobrevivido realmente les voy a traer de vuelta. Puedo hacerlo. Sé que puedo.-

Después de una pausa, el almirante asintió.

***

Jim pronto localizó el rastro de la nave que parecía estar afectada al motor. El Almirante le había permitido usar la nave más rápida de la flota, pero había preferido ir acompañado por Trixi, que conocía muy bien la ruta Seraclone en el espacio profundo. Había otra razón, pero el almirante la desconocía, o fingía desconocerla. Trató de no pensar en Julia: no fue difícil. Trató de no pensar en la Nectarina de otoño. Fue imposible.

Las largas horas transcurrían más lentamente de lo habitual. La conversación con Trixi era mínima y se limitaba a temas superficiales. La nave sabía dónde ir, y Jim no tenía ganas de hablar. En realidad la elección de Trixi había sido motivada también por la presencia, en la Nectarina de otoño, de Van der Loos, un negro holandés enorme que ya pilotó a Trixi en el pasado: de esta manera, Jim volvería con la Nectarina de otoño, y Trixi lo sabía. Era un poco celosa, al fin y al cabo Jim era uno de los capitanes más cotizados entre las Naves, pero el holandés no le desagradaba tampoco. Eso en el supuesto que la tripulación y la nave no hubieran desaparecido de forma definitiva.

Cuando al cabo de una semana los escáneres de Trixi divisaron el rastro de la Nectarina de otoño: su rumbo y su posición dentro de la ruta Seraclone no presagiaban nada bueno.

El barco estaba a la deriva. El escáner reveló que los sistemas auxiliares de seguridad todavía estaban activos, con lo cual la atmósfera y la gravedad de la nave deberían mantenerse en niveles aceptables y permitir que él subiera a bordo con seguridad.

La Nectarina de otoño estaba a oscuras, los pasillos iluminados sólo por la luz pálida de la batería auxiliar de seguridad de la nave. Pero Jim no estaba solo. Los cuerpos de la tripulación del barco estaban tirados en el suelo de toda la enorme nave. Sin embargo, no parecía haber cadáveres. Incluso en la cálida luz de la antorcha de Jim la piel de los tripulantes era pálida, y sus ojos estaban abiertos y como vítreos. Jim realizó una exploración médica sumaria en un par de cuerpos. Sus sospechas se vieron confirmadas: los miembros de la tripulación no estaban muertos. Todavía tenían un ritmo cardíaco lento. Sus cerebros estaban todavía activos, aunque en un estado latente.

En el puente encontró a Julia: se desplomó en su asiento en uno de los terminales reservados para el personal científico. Van der Loos se encontraba en el centro del puente de mando. Nadie estaba muerto, pero nadie estaba muy vivo tampoco. Y la Nectarina de otoño no respondía.

A pesar de que la Nectarina de otoño había estado a la deriva durante algún tiempo, fue posible rastrear la posición que había ocupado antes de que sus motores se quedaran sin electricidad. Trixi amarró a su colega y la arrastró de vuelta allí.

Jim había vuelto a bordo de Trixi para monitorizar el espacio, pero los escáneres en el puente comenzaron a mostrar lecturas confusas. Había algo ahí fuera. Jim le dijo a Trixi que le mostrara el espacio.

Y allí estaba: una luna. Pero era imposible. -¿Tienes alguna explicación para esta lectura, Trixi? ¿Has visto antes algo parecido?-

-No, Jim- le contestó la nave -y te puedo asegurar que no hay ninguna luna aquí fuera.-

Jim se sorprendió inmediatamente por el pensamiento que había atravesado su cabeza como un rayo. Por supuesto, no había luna. No había nada alrededor del que estar orbitando. Sin embargo, su aspecto característico, sus cicatrices tan típicas de los cuerpos sin atmósfera y su resplandor plateado le había instintivamente recordado el satélite de la Tierra.

-Espera- le dijo: ¿era esa luz de luna? ¿De qué otra fuente podría emanar la luz? No había estrellas cercanas cuya luz pudiera reflejarse en esta “luna”. Y sin embargo, allí brillaba.

Bajo la influencia de algún extraño instinto, Jim pidió a Trixi que le pusiera en contacto con la Nectarina de otoño. Estaba en lo cierto, algunas de sus funciones parecían haberse vuelto a despertar. Y sabía que Jim estaba allí, Trixi seguro la había informado de ello.

-Jim…-

Al oír su voz, una sensación de satisfacción llenó su cuerpo.

-Jim, no hay mucho tiempo. Escucha con atención.-

-Dime.-

-Hemos cambiado nuestro rumbo para investigar este planetoide. Era brillante, pero nuestras exploraciones no podían explicar por qué. Entonces lo descubrimos. La luz que se puede ver por ahí no es propiamente luz, es una colonia de formas de vida. Tal vez sería más exacto decir que la luz es la parte de ellos visibles a nuestros ojos. Se comunicaban con nosotros en un lenguaje que es imposible traducir en palabras, y sin embargo conseguíamos entenderles con claridad. Son seres incorpóreos y sensibles, llegamos hasta un punto de comunión con ellos. Todo era felicidad.-

A Jim todo ese buen rollo de amistad entre razas incompatibles le preocupaba, y la Nectarina de otoño lo sabía bien. Las cosas nunca salen bien en estos casos.

-Notamos sin embargo, que los alienígenas parecían entristecerse. Ellos nos explicaron que, a pesar de que estaban contentos de estar comunicándose con nosotros, experimentaban dolor en el proceso. Les recordábamos los límites de su propia existencia. Lo ves, Jim, ellos no están vivos en la misma manera que los seres humanos.

-El capitán Richtard percibió el peligro. Ella se dio cuenta de que si no conseguíamos alejarnos de esta raza las consecuencias para nosotros serían nefastas. Y así fue: nos vimos obligados a permanecer hasta que nuestro cuerpo se consuma. Ya es demasiado tarde.-

-¿Quieres decir que la Ritchard estaba a tu mando?-

-No, nos monitorizaba desde otra nave, a un día luz de distancia. Y nosotros nos dejamos atrapar por este canto de sirenas, al punto que ahora no nos podemos alejar del planeta o de lo que sea ese pedrusco dónde viven los extraterrestres.-

-No puede haberte afectado a ti también. Eres una Nave.-

-Una nave viva, y fui yo quien primero sintió su presencia. Ellos no desean hacernos ningún daño. Pero es parte de su naturaleza llegar a las mentes de los seres corpóreos. Cuanto más tiempo te comunicas con ellos, menos se conservan tus sentimientos normales. ¿No percibes su presencia fuera de tu propia personalidad? No puedes quedarte aquí sin peligro. Debes salir y avisar a los demás que no vengan aquí.-

Jim había sentido realmente el toque cálido de la presencia extraterrestre creciendo. Pero ahora sintió una oleada de dolor. Iba a perder a la Nectarina de otoño después de todo.

-¿Por qué el capitán Richtard me envió aquí?-

La Nectarina de otoño parecía estar siempre más distante.

-Supongo fue un último intento. Sabía que si tú no me puedes llevar a casa nadie más podrá nunca. Richtard no tiene muchas luces, ¿sabes? Hemos de asegurarnos de que la luna no atraiga ningún ser humano más a ella. Pero si yo me mantengo aquí atraeré a otras naves, y muchos más sufrirán este canto de sirenas. Debes destruirme. Ahora.-

Jim retrocedió. De alguna manera había esperado una respuesta diferente.

Mientras estaba de pie, Jim sintió que la influencia del extranjero iba en crecimiento. Parecía que le costaba moverse, su cuerpo parecía lento. Pero creía en la advertencia de la Nectarina de otoño. Con un gran esfuerzo activó el dispositivo de auto-destrucción para una cuenta atrás de diez minutos y dijo a Trixi que se alejara para volver a casa.

La explosión sin ruido se llevó parte del mismo Jim a través del espacio.

***

-Usted puede decir a sus superiores lo que quiera,- Jim ladró. -Le he explicado a usted exactamente lo que pasó, pero si usted quiere una explicación más plausible está bien para mí. No le voy a contradecir.-

El almirante hizo una mueca. -No es que no confíe en tus palabras, Jim, es sólo que… Bueno, todo suena muy extravagante y perder una nave entera y su tripulación sin pelear… Esto me sorprende, nada más.-

-Y le sorprenderá a la comisión, pero el espacio ha sido repleto desde siempre de acontecimientos sorprendentes.-

-A mí no me importa si fueron destruidas por piratas o si la Nectarina de otoño tenía algún tipo de mal funcionamiento, y que conste que voy a estar de acuerdo con todo lo que dices-.

-Ahora quiero volver a ver la Comisión-

-¿Hablas en serio? ¿Quieres reunirte con los militares?- La cara del Almirante Trigger se iluminó del entusiasmo.

-Sí. Y quiero que mi propia nave.-

-¡Por supuesto! ¡Pero esta es una gran noticia!-

Jim se dio la vuelta y salió de la oficina del almirante, sin una palabra más.

***

-No te olvides de activar el atenuador de pantalla. No quiero quedar ciego cuando ese maldito planeta estalla-.

-No te preocupes, Jim- le contestó Trixi. Desde que supo que había sido la elegida estaba iper-revolucionada.

La escena visible a través de la mirilla parecía aburrida y grisácea debido a la atenuación de la pantalla que filtraba la mayor parte del color.

-Haz fuego con los torpedos solares-, dijo el capitán Jim.

A pesar de la atenuación se pudo ver cómo los torpedos se iban acercando al planeta-luna de los asesinos de la Nectarina de otoño y de su equipaje. Porque esos seres alienígenas fueron los que se apoderaron de las vidas de toda una tripulación. Y de la vida de una nave con la que Jim había compartido mil aventuras.

Incluso para aquellos que están acostumbrados a esas cosas, la explosión resultante fue temible. El planeta-luna ardió como una estrella brillante en sus momentos finales. Al cabo de unos segundos se consumió en llamas, evaporado al instante. Los miles de millones de formas de vida inteligente en la superficie no recibieron ninguna advertencia antes de su destrucción.

No había en Trixi una tripulación que sintiera lástima por los alienígenas que habían matado. Sin embargo, su capitán era despiadado. Y la nave también.

-Tu venganza es mi venganza- le susurró Trixi, ratificando así la nueva, estrecha relación que se había establecido con su nuevo capitán.