Revelaciones. El destino de los condenados.
-Tu también. Ahora estás condenado, exactamente como yo. Con la diferencia que a mi me queda poco tiempo para jugar.-
-¿Condenado? ¿Condenado a qué?-
-Condenado a jugar- contestó él sin darle demasiada importancia. -Nos ha pasado a todos, hace tiempo. Es como una droga, pero no lo puedes dejar.-
-¿Y porque?- pregunté, siempre más perplejo.
-La explicación técnica está en el mordisco que te dio la bolita. En ese momento te ha inoculado una sustancia que hace más débil tu físico y, sobre todo, tu voluntad. Ahora estás obligado a jugar, sólo espero que tu físico sea lo suficientemente fuerte para poder resistir unos años antes del mordisco final. Te encontrarás con otros esclavos de las bolitas, como tú, jugaréis vuestros partidos y, si eres bueno, verás muchos mordiscos finales en los tobillos de tus compañeros de juego. Yo he visto decenas de ellos.-
Pensé que estaba exagerando, pero una especie de picor en el tobillo derecho me hizo sospechar que cuanto Gordon me acababa de decir era la triste verdad. Una vez llegados al segundo punto de salida, mi bolita salió como por arte de magia de los hierbajos que rodeaban las plataformas de salida.
-Te toca empezar- me dijo Gordon.
Acordándose de las pocas informaciones de las que disponía, me concentré a fondo, golpeé y conseguí llegar casi a green. El golpe de Gordon fue más desafortunado: golpeó la rama de un árbol y se hundió en el rough pocos metros a los lejos. Su derrota se empezaba a oler en el aire. Se acercó a su bolita, y con un buen golpe consiguió acercarse a la mía. Yo, por mi parte, estaba claramente jugando con ventaja.
Cuando conseguí ganar el hoyo, vi palidecer a Gordon; y cuando su bolita le mordió gritó de dolor. Reí.
-No seas melodramático, a mi también me ha mordido el mío– le dije ingenuamente.
-No entiendes, no puedes entender- dijo llorando; -el dolor aumenta mucho en cada mordisco, y para mí creo que se ha tratado del último mordisco. Siento solo haberte involucrado en eso y no haberte podido explicar algunos trucos útiles.-
Silenciosamente, me di cuenta, habían aparecido otras bolitas de entre la maleza. Gordon no se había percatado y seguía quejándose, hasta que se dio cuenta de mi incomodidad, y de un hecho: ¡le estaban rodeando!
Se puso de pie e intentó huir, pero pronto le alcanzaron las primeras bolitas; no pensaba que serían tan voraces. Una vez vi un documental de aquellos peces terrícolas llamados piranha, y las bolitas atacaban usando la misma técnica.
Y con el mismo resultado.
Del pobre Gordon no quedó mucho, pocos minutos después. Solo su chándal densomórfico, que me apresuré a recuperare; las bolitas me miraban, satisfechas.
¿Cínico?
Quien no conoce Squeeze no puede juzgar mi cinismo. Se lo dije a Rubén.