Empezamos con el nombre. John Mills. Eso ha sido fácil. Vamos, ánimos.

Ahora, nombre de usuario. Aquí también. Nada por lo que preocuparse. Pero mejor no pensar demasiado en ello.

Por qué he decidido viajar atrás en el tiempo. Aquí ya es mucho más complicado. Y además permiten menos de 500 caracteres, como un par de SMS o de tweets. Es la pregunta clave, si la motivación no es suficiente la oficina simplemente estampa una palabra: rechazado. No quiero eso. No me lo puedo permitir. Tengo que convencerles de que tengo una buena razón y también que tengo una idea de lo que va a ocurrir.

Entiendo que permitir que una persona vaya al pasado y altere su historia (y por consecuente la historia de todos) es un compromiso importante, incluso para el mismo organismo público que se ocupa de ello, el Federal Bureau of Time Travel (FBoTT). Grandes consecuencias se pueden deber a pequeñas decisiones.

Empecé a escribir, resumiendo la historia. Conté como me había quedado atascado en un trabajo que no me gustaba, y como me obligaron a echar muchas horas extra; como tuve aquel accidente cuando iba a hacer un recado para mi jefe, atropellando una chica joven, aún sin tener culpa alguna ya que llovía y la carretera no era segura; como me distancié de mi mujer, ya que nunca estaba en casa a causa del trabajo; como empecé a beber, y todas las lógicas consecuencias de ello.

La culpa era de ese estúpido trabajo, que no debería haber aceptado nunca. Quería volver a empezar. Y tenía que olvidarme de ese maldito trabajo. Acabé rápidamente las demás preguntas, y suspiré hondo.

Fui al mostrador, y entregué el formulario cumplimentado con todos sus inútiles datos. El funcionario me miró, observó el nombre (y yo que creía fuera la parte más fácil), luego volvió a mirarme.

-Así que ahora no queremos saber nada del trabajo, ¿verdad?- preguntó. Como si me conociera. Mi mirada debería haberme delatado, porque siguió hablando sin pedirme nada.

-Sí, claro está, le conozco. Y muy bien. Ya somos casi amigos, pero Usted no se acuerda. Nunca se acuerda-. Mi mirada era siempre más atónita. No conseguía entender nada de lo que me decía.

-No tiene culpa de ello. Al volver atrás en el tiempo, hace Usted una especie de reset, y pierde por completo todos los datos que había acumulado. Pero eso- levantó mi formulario con gesto teatral (o tétrico, estaba todavía por determinar) -eso es demasiado.- Dejó caer el formulario con fuerza sobre la mesa. Era sorprendente el estruendo que una simple hoja puede provocar cuando la ira es el propelente.

-Mire- dijo enseñándome la pantalla de su ordenador. Parecía ser mi ficha. Con mi nombre. Mi foto. Mis datos. Y siete expedientes.

-La primera vez, quiso Usted volver atrás en el tiempo y aceptar un trabajo que había rechazado, pero que no le parecía más horrible viendo cómo le habían ido las cosas después de ello.- Mi sorpresa era grande. En el formulario podía ver una lista de acontecimientos desastrosos fruto de esta nefasta decisión tomada.

-La segunda vez quiso Usted rechazar el trabajo, por las mismas razones. Y así sucesivamente.- No podía hablar, me había quedado boquiabierto. Imposible, pero cierto. Allí estaba, negro sobre blanco.

Intenté decir algo, pero finalmente lo único que se me ocurrió fue un patético -entonces, ¿vais a denegar mi solicitud?-

El funcionario me observo con cara de pena durante segundos que parecieron horas, su mirada tan penetrante como la de algún superhéroe de esos que escudriñan en la mente del malo. O del imbécil.

Así es como me sentía yo.

-No se preocupe, vamos a aceptar otra vez su solicitud. Y le vamos a proporcionar un consejo, cortesía de la casa.- Se inclinó en el mostrador, su codo apoyado al mismo, dándose aires de conspirador.

-Viva su vida. Acéptela tal como es, por dura que sea. Hágase un examen de conciencia. Porque a lo mejor el problema no está en el trabajo, sino en Usted.-

-No he venido aquí para que un empleado cualquiera me acusara desde lo alto de su moral barata- le grité, exasperado por la tensión; -lo que quiero es volver atrás, y no volver a cometer los mismos errores nunca más.-

Había levantado demasiado la voz, pero ese funcionario se lo merecía. ¿Qué se había creído?

Ahora ya estaba preparado para volver atrás. Un zumbido indicó que la puerta de la vuelta a casa se había abierto. Solo tenía que pasar por ella, y me encontraría otra vez libre de tomar mi decisión. La decisión correcta, esta vez.

***

Entré en la oficina de la empresa. Remordimientos, S.L. era su nombre. Un nombre perfecto. Fui directo al mostrador.

-Quiero volver al pasado- le dije al empleado. -Verá, desde que rechacé ese trabajo las cosas no han parado de torcerse…-