Algunos conceptos e ideas son muy difíciles de asumir por parte del ser humano; desde siempre el estratagema más utilizado ha sido la comparación con algo que fuera parte de la experiencia cotidiana del mismo hombre.

No es éste el caso.

Es muy fácil entender que un ser vivo nace, crece y se desarrolla en un lapso de tiempo determinado; dicho lapso de tiempo es diferente según la especie y las pautas son, a grandes rasgos, muy parecidas. En cuanto a crecer y desarrollarse las manifestaciones y los recorridos son de lo más dispar pero ninguna de ellas llega a los niveles de incoherencia y asombro de la adolescencia de los seres humanos.

Lo cual no nos ayuda mucho. Las estigmatizaciones nunca han sido beneficiosas.

Cada ser humano es una persona y cada ser no-humano es un ser no-humano; ir más allá de esta obviedad constituye para algunos una tarea ociosa e inútil, para otros una misión que llena de sentido su vida.

En realidad estas afirmaciones tampoco nos ayudan a entender lo que está ocurriendo.

Entonces, ¿por qué afirmar?

Un relator tiene sus motivos, un historiador también, y un simple ser humano que está mirando más allá de los telescopios orbitales más avanzados también.

No, no he dicho ser yo el ser humano que está mirando.

¿Entonces?

Un suspiro, profundo y helado como las tinieblas, capaz de apagar las estrellas más luminosas, recorrió un cuadrante entero de la Vía Láctea, afortunadamente bien lejos de Sol y Tierra. La criatura suspirante se veía obligada, confinada por invisibles campos de fuerza cuya naturaleza no se entendería en la Tierra. Lejos del objeto de su decepción, la criatura hundió su ser en una almohada de estrellas hinchadas, antes rojas y gigantes, ahora blancas y diminutas.

Y lloró, apagando algunas de ellas en un instantáneo flujo de lágrimas inconsistentes y bien dramáticamente dañinas para los tórridos astros.

Provocó algunos cataclismos, o así los podríamos considerar nosotros; verdaderas tragedias para algunos y al mismo tiempo algo indetectable para el ser mismo, empeñado en intentar adaptarse a sus problemas, a sus contingencias.

Un ser inimaginable por su mole y por su esencia, y al mismo tiempo un ser joven, que comete errores y que se rebela. Y cuando se equivoca, llega el castigo, injusto a sus ojos pero bien aplicado por sus superiores quienes se conforman a las leyes no escritas pero sí reales e inmutables.

Así, cuando el castigo llega, el ser se encuentra confinado en su cuarto, enorme según nuestra perspectiva de diminutos seres humanos, sin posibilidad de salir de ello.

Llorando lágrimas capaces de apagar estrellas.