Aquí está lo prometido: el primer capítulo del Universo de la SSA.

Lo escribí hace casi quince años. Los ordenadores eran bien distintos de ahora, internet era algo más teórico que práctico…

Un día de estos, juntaré todos los cuentos de la SSA en un sólo volúmen, pero de momento os ofrezco esta pieza de museo…

EL EXTRAÑO CONTACTO

Como cada día Gospo estaba literalmente pegado al ordenador cuando su mejor amigo entró en su habitación.

-Hey, Gospo, ¡viejo camello!- dijo el joven con un tono de voz bastante resignado. A un observador externo podía parecer una frase bastante grosera, pero en realidad se trataba de una especie de código secreto que significaba algo del tipo “viejo mío, como ves he vuelto aquí a molestarte pero si quiere me voy enseguida sin necesidad de echarme con tu bate de baseball”.

-¡Gaucho! No te había oído entrar. Ven a ver las novedades de mi fiera, viejo lémur- dijo en toda respuesta el titular de ese infierno caótico que él mismo se atrevía a llamar ‘habitación’ provocando así las protestas de su madre. Esa también era una frase en clave que quería decir más o menos “no te preocupes, he colgado el bate y te tengo que enseñar algo interesante; prueba a ver si encuentras un espacio libre para sentarte, mira y cállate”. Por suerte se conocían muy bien y no necesitaban descodificar cada vez las frases: se disparaba una especie de mecanismo automático, como si tuvieran un traductor simultáneo incorporado; por eso no se peleaban casi nunca.

-Ahora mi fiera se está convirtiendo en interactiva- dijo Gospo con nonchalance, aunque se veía que no había asimilado todavía los términos de la cuestión.

-¿Quieres decir que la vas a soltar en tu jardín?- le contestó el Gaucho, con ese tono tristón y resignado que le distinguía. A veces demostraba no haber todavía asimilado su propio cerebro, es más, incluso parecía próximo a una crisis de rechazo.

-No, no. Quiero decir que he llevado la fiera un paso más adelante, conectándome via modem a los bancos de datos de todo el mundo; ahora prácticamente el ordenador no tiene confines, es parte integrante del mundo entero, no una realidad independiente -. Los términos utilizados eran presumiblemente demasiado complejos para el Gaucho, que fingió haber entendido todo. –No pongas esa cara triste,- siguió Gospo -ahora te enseño en la práctica qué puedo hacer-.

-No puedo evitar de poner una cara triste, mi querido pitón. Si me llaman Gaucho no es por casualidad – contestó, disponiéndose a observar lo que aparecía en el vídeo.

Gospo se conectó a los bancos de datos mundiales realizando alguna operación realmente incomprensible para el Gaucho, sea debido a la velocidad de ejecución (que demostraba además cierta incomprensible familiaridad con el ambiente complejo de la red telemática), sea porque la comprensión de lo que estaba ocurriendo era para el Gaucho una lejana quimera.

-Ahora estoy conectado en directo con todo el mundo, quizás con todo el universo- dijo Gospo, exagerando un poco las potencialidades de su ordenador; por otra parte siempre había sido un pescador, uno de esos que siempre cuentan del pez que se le ha escapado justo al llegar a la orilla, y que siempre siempre siempre era así de grande, tenías que verlo. En realidad se había conectado a internet, nada más. Pero le gustaba fardar. –Desde aquí puedo tener acceso a todos los bancos de datos. Esto significa bancos de datos, correos electrónicos incluso privados y, sobre todo, -dejando la frase en el aire para crear una dosis de suspence -¡videogames!-

Sabía haber pronunciado la palabra mágica, la palabra que iba a revolucionar al amigo sacándole de torpor, de la indiferencia, de la difidencia. Nunca dejará de sorprenderme cuanto a veces una palabra clave muy simple pueda transformar completamente a una persona: eso fue precisamente lo que le ocurrió a una pequeña, caótica habitación en la primera planta de un pequeño chalet de la campiña, sumergida en el verde y equipada con todo tipo de comodidad. En cuestión de instantes la simple mente del joven se aclaró y el Gaucho tristón pareció transformarse de forma instantánea en un alegre compañero, revelando una energía y una fuerza interior insospechables. Solo ahora el verdadero Gaucho se había revelado, al punto que su mote le apretaba, no era en consonancia con su apariencia. Quizás hubiera sido más apropiado llamarle con su verdadero nombre, pero desgraciadamente no lo conocía nadie.

Casi atropelló a Gospo, en un torbellino de “¿donde están estos juegos?, “déjame ver”, “déjame probar”, “¿cómo se hace?” y así sucesivamente. Parecía una fiera sedienta de sangre virtual, continuaba pulsando las teclas a voleo hasta que un “enter” que seguía una secuencia difícilmente repetible de caracteres pintó la colorida pantalla del ordenador de Gospo de un uniforme y apagado color negro.

El Gaucho se paró al instante; vio el amigo a so lado (o debajo de él, el tema se había ido enredando y no había muchos puntos de referencia) y en sus ojos vio unas chispas de terror. Gospo estaba inmóvil, su mandíbula colgando, la mirada atónita y recordaba de lejos a una estrella al punto de estallar en supernova, lógicamente sin tener en cuenta la mandíbula; de hecho, la mayoría de las estrellas, por las informaciones que hemos podido recabar, no posee mandíbula; Gaucho estaba a punto de preguntar qué era ese sutil hilo de humo que le salía de la nariz, pero oportunamente se abstuvo de comentarios y se conformó con levantarse lo más rápido posible y a echar sus mortales, muy mortales, miembros al otro lado de la cama, que parecía ofrecer una más que digna protección.

De repente, mientras Gospo observaba pasivamente la pantalla vacía, dio señales de vida. La pantalla, no Gospo que mantenía el rostro desencajado. Primero fueron pocos píxeles fucsia, luego más colores, manchas de colores, hasta que la pantalla explotó. No en sentido físico, sino sólo en sentido gráfico-visual: explotó en una catarata muy pintoresca de colores que no podían ser casuales, sino que revelaban una dirección oculta; y una dirección excepcionalmente buena.

Se solía comparar estas sensaciones a las transmitida por un caleidoscopio, pero el problema de la generación actual es que nadie ha visto nunca un caleidoscopio y no sabe tampoco como funciona, con lo cual el estallido de colores se puede comparar únicamente a un estallido de colores, y más precisamente al estallido que se consigue tecleando sin vergüenza todo lo que se pueda, luego “enter”, y luego esperando un rato pacientemente sin dejar que la cara se desencaje sin remedio.

El espectáculo, sin embargo, no había hecho más que empezar.

De repente la explosión de colores dejó el campo a un bonito green que podía haber sido traído directamente del club de Golf más importante de Inglaterra. Justo en el centro, paso más, paso menos, estaba un caballero vestido de manera excéntrica (dicho así para no ofender a todos aquellos que no tienen buen gusto en el vestir) con una actitud que hubiera sido la envidia de los mejores presentadores televisivos americanos, el micrófono en la mano y la mirada fija en Gospo, tan intensa que parecía casi real.

Gospo era literalmente entusiasta del descubrimiento, aunque le daba cierta rabia no haber podido entender cómo había llegado hasta allí. Estaba tan feliz que casi se había olvidado de ir a buscar su bate de baseball para acariciar un poco al Gaucho; en realidad pensaba que su amigo podía esperar. El problema era ahora entender como empezar ese extraño juego. Decidió utilizar el procedimiento estándar: pulsar la tecla “shift”.

De repente, la figura se animó, cobró vida, le miró fijamente y dijo: -Perfecto, Gospo, viejo mío. Estas conectado con los verdes pastos del Cielo; tengo que presentarte muchos personajes que viven, operan y se divierten en este sitio literalmente- le hizo un guiño -paradisíaco. Podéis interrumpirme desde el estudio si hay preguntas; aquí vuestro Bernard que os habla y que os quiere dar a conocer a gente realmente de calidad.-

Gospo había vuelto a la inmovilidad anterior, a la cara desencajada, a la mirada sorprendida y volvía a recordar esa estrella a punto de convertirse en supernova, siempre sin contar con las mandíbulas. Parecía incapaz de reaccionar.

Otra figura entro a la verde pradera: parecía bastante joven, pero era difícil atribuir una edad al hombre.

-Aquí con nosotros Agustín, el gran Agustín, uno de los personajes más conocidos por esos llares; amplía el campo por favor. A ver, Agustín, ¿de qué te ocupas habitualmente?-

-Antes, como bien sabes y como creo saben todos, mi ocupación era la teología y también las cuestiones morales; me esforzaba por explicar y hacer más fácil de entender todo aquello que había podido descubrir; aquí, en cambio, nadie necesita ayudas de este tipo ya que, a esas alturas, todos conocen todo en su realidad. Así que… me he reciclado.-

-¿Qué quieres decir?- preguntó el entrevistador con tono de persona interesada.

-Ahora estoy estudiando el fenómeno de los Quarxs, de los que en mis tiempos no se conocía la existencia, sobre todo del punto de vista cualitativo, y no tanto cuantitativo. Los Quarxs, para entendernos, son unos seres «particulares», responsables de las misteriosas desapariciones de objetos en nuestras casas, de súbitas roturas de objetos et coetera. He conseguido también que por este fenómeno se interesaran algunas personas de tu siglo, querido Gospo, creo que vosotros les llamáis ‘científicos’, y sigo estimulándoles intelectualmente albergando la esperanza de conseguir que esos seres se hagan visibles.-

¿Querido Gospo? Parecía casi que estuvieran hablando como si él fuera realmente en conexión bidireccional con ellos. Y si era así, entonces… ¡podía hablar con ellos!

¿Pero cómo? ¿Teclado o voz? Darle a una tecla podía representar hacer desaparecer todo el encanto, con lo cual intentó primero con la voz, método que, a malas, se podía revelar inútil. Su pregunta fue una auténtica banalidad, pero al mismo tiempo era la pregunta más lógica y necesaria.

-¿Quienes sois?- le dijo a la pantalla. Se sentía un poco idiota hablando a una pantalla, pero toda la situación con la que tenía que lidiar era en absoluto anticonvencional. Pero la sorpresa fue aún más grande cuando Bernard le contestó.

-Claro, Gospo, tienes todos los motivos por sorprenderte, por sentirte desorientado y toooodo lo que quieras; dentro de nada tendremos que cerrar la conexión, pero no te preocupes: nos podrás contactar cuando lo desees. Nuestra agencia es más que feliz de encargarse de casos aparentemente insolubles y nuestras posibilidades son- sonrió -realmente infinitas.

-Aquí viene otro de los nuestros, un milanés como tu, que se encarga de coordinar todo el equipo. Pero volvamos a la pregunta: ¿quienes somos?

-Beh, creía que lo habías adivinado: nosotros somos los Santos, estas verdes praderas es el Paraíso y yo tengo muchas ganas de jugar un partido de golf, juego que en el 1200 no existía todavía. Mi nombre es Bernard de Clairvaux. Ya conoces a Agustín, Así como Ambrosio. No conoces a otros de la agencia, pero pronto tendrás la posibilidad de contactar con ellos, apuesto lo que quieras.

-Juan de la Cruz es un experto en saltarse todos los sistemas de seguridad más complejos. Tenemos expertos también en el campo multimedia y en todos los sectores de la realidad virtual. Prácticamente, la SSA, Saints Supernatural Agency, no tiene límites.

-Tenemos que desconectar; Ambrosio, ¿qué podemos decir a nuestro nuevo amigo Gospo?-

-Vemm a laurà- contestó Ambrosio con perfecto acento de Milán. La pantalla, después de otros destellos de colores, se volvió de nuevo negra. La mandíbula de Gospo volvió a desencajarse. Luego, como por arte de magia, todo se acabó y volvieron a la conexión con Internet.

Gospo miró al Gaucho; por su expresión facial entendió que no había soñado, al no ser que se tratara de una alucinación colectiva. La mandíbula volvió a colocarse en su posición natural y Gospo se encogió de hombros.

Al fin y al cabo, ¿quien dice que los Santos no se pueden divertir?

 Hasta después de fiestas con un nuevo Mini Serial.

¡Feliz Navidad a todos!