La quinta entrega ya está:

Les llevaron algo de beber, rigurosamente sin alcohol. Y un té humeante con galletitas: para Martín eso era la felicidad.

-¿Con quién tenemos el placer?- preguntó Teresa una vez cómodamente sentada en el cuarto de estar de la ‘consulta’.

-Yo soy Pedro- le contestó el hombre que les había abierto la puerta. -Soy el coordinador de la consulta. Mi hermano Pablo es quien se ocupa de las personas que vienen buscando ayuda.-

“Pedro y Pablo” pensó Teresa. “Eso será lo primero que verificaremos, vaya tomadura de pelo.”

-Habrá oído hablar de la ola de suicidio que está afectando nuestra ciudad.- Martín era así. Sincero. Directo. Brutal.

-La verdad es que no. ¿De qué me está hablando?- Pedro también era así. Sincero. Sencillo. Viviendo en su mundo.

-¿Como puede no haberse enterado? ¡Si estos casos me están llevando de cabeza!- Luego, al darse cuenta, se corrigió a sí mismo. -Quiero obviamente decir que están llevando de cabeza a todo el departamento de policía.-

-Claro. Le había entendido perfectamente. Por lo visto tenemos aquí un problema.- Pedro se veía pensativo. -Pero no veo realmente como mi hermano Pablo y yo les podríamos ayudar. Solemos trabajar con personas vivas, los dones de mi hermano no se pueden aplicar a los fallecidos. ¿Los hechos han ocurrido cerca de aquí?-

Teresa y Martín se miraron con cara de “a ver, ¿nos está tomando el pelo o qué?” Al no ser que realmente no tuviera la más mínima idea de qué estaba pasando. O que fuera extremadamente listo y seguro de si mismo.

-¿Cuál es la peculiaridad de estos suicidios?- preguntó finalmente el huésped.

-Bueno, han sido todos suicidio por arma de fuego, lo cual no deja de ser curioso en un País como el nuestro, donde no es frecuente conseguir un permiso para llevar un arma- le contestó Teresa; inexplicablemente se sentía fuertemente empujada a contestar al hombre, aunque en realidad debería ser el recorrido inverso.

-Entiendo. Curioso. Y trágico.-

-Y todos habían estado en esta consulta unas horas antes.-

El rostro de Pedro se ofuscó de repente, evidentemente no se esperaba este tipo de revelación. Pero no perdió la compostura.

-¿Están seguros de eso?-

-¿Por qué razón habríamos venido, de no ser así?- Martín en estas ocasiones solía perder un poco los estribos y calentarse, pero estaba inesperadamente tranquilo, el hombre que tenía enfrente le inspiraba confianza. Increíble para cualquier observador externo, pero radicalmente cierto.

-Perdone, Pedro- interrumpió Teresa, presa del mismo sentimiento de paz y relajación. -Hay algo que no alcanzo entender. Mi conocimiento del fenómeno de los curanderos es limitado. ¿Me podría explicar qué tipo de curaciones se llevan a cabo aquí?-

-¿Curanderos? ¿Curaciones? Estás muy equivocada, querida. Aquí no se lleva a cabo nada de eso. Lo que aquí hacemos es quebrar la fuerza de voluntad.-