No quería entrar en la atmósfera del planeta. Pero no tuvo alternativa, su nave no le dejó la posibilidad de elegir, simplemente se quedó fuera de control. No dio bandazos, como se podría ver en los dibujos animados de la tierra; entró en la atmósfera y se dirijo rápidamente hacia el suelo, calentándose progresivamente siempre más, pero sin llegar a arder, ya que los materiales que recubrían toda la superficie de la nave no quemaban en presencia de oxígeno. Avances de la tecnología.

Lo único que podía parar la carrera era el suelo. O el mar. La superficie del planeta, vamos. El piloto maniobró para reducir al mínimo los daños a la nave y también al planeta mismo, intentando evitar una catástrofe como la que asoló la Tierra en la época de los dinosaurios. Hizo lo que pudo, y consiguió tocar tierra en una zona semidesértica.

El piloto era el único tripulante de la nave, su esfuerzo fue enorme pero no necesitaba cuidar de otros, solo preservar su integridad. Le pareció oír voces cerca de la nave, no entendía exactamente de qué estaban hablando, pero dos datos estaban más que claros: estaba vivo, y los habitantes de allí le habían encontrado. Perfecto. Se desmalló, sin que ello supusiera un problema para la misión.

Eso si no consideramos la pérdida de una nave ligera para viajes interestelares, equipada con todos los cachivaches que se pueden imaginar. Full-equipment diríamos en la Tierra. Y ahora estaba vivo, solo pero vivo, en un planeta que debía de haber observado de lejos, por lo menos durante un tiempo. Lo hecho hecho está, no se puede cambiar el pasado y es necesario adaptarse a las situaciones inesperadas. Lo cual era precisamente lo que iba a ocurrir.

***

Se despertó un tiempo después, sin saber cuánto había estado inconsciente. Para él el tiempo no había transcurrido, para sus huéspedes evidentemente sí. Le habían acogido en una instalación parecida a nuestros hospitales, y evidentemente habían estado haciéndose cantidad de preguntas, lógicamente sin encontrar respuesta. La raza dominante se parecía mucho a la nuestra, eran bípedes y evidentemente inteligentes, considerando que disponían de un hospital.

Les miró moverse rápidamente, la tensión se palpaba en el aire; el secuenciador de hormonas detectaba todo tipo de compuesto químico relacionado con la excitación, percibió voces sin poder aún identificar los parámetros básicos para poder ajustar el babylon[1] que tenía implantado en su cerebro.

Por fin se pararon.

Unos cuantos seres se dispusieron alrededor de su cama. Se parecían mucho a nosotros, incluso en cuanto a orden social. Los médicos llevaban vestimentas típicas de todos los hospitales que había visto en la galaxia, en los que la raza dominante era bípeda o no. Evidentemente existía un patrón estandarizado a nivel galáctico, aunque a nivel de subconsciente. Y luego estaban los de uniforme.

También respondían a un patrón universal. Querían demostrar que mandaban y que de ellos dependía la vida entera. Todos iguales. Y eran los primeros de la fila.

El babylon me envió una señal de coincidencia parcial. Podía empezar a comunicarme.

-Hola, soy…- empecé a decir. Y me detuve en seco. Todos se estaban tapando sus oídos con las manos. Evidentemente el registro que había utilizado era demasiado alto. Me costó un par de intentos encontrar la frecuencia correcta.

Finalmente los indígenas pudieron dejar de taparse los oídos. Y yo pude decirles lo que me interesaba decirles.

-Hola, soy un viajero interestelar y vengo de otro planeta.-

No demostraron miedo ni agresividad. Mejor. Mucha curiosidad.

-¿Cuántos sois?- preguntó el militar.

-Yo solo- le contesté. -No estamos interesados en empezar una guerra con los habitantes de los planetas que visitamos, sino en establecer relaciones comerciales.-

-No podrá hacerlo por un tiempo- me dijo uno de los médicos, aparentemente una hembra. -De momento deberá descansar.-

-No sabemos mucho de naves espaciales, nos traeremos su vehículo e intentaremos arreglarlo, para ello necesitaremos su ayuda.- Había hablado otro personaje equipado con atuendos curiosos, de un color peculiar. Con el tiempo entendí que se trataba de un ingeniero mecánico.

-Es mi trabajo, seré feliz de colaborar- les contesté.

***

Habían transcurrido un par de meses. Me encontraba mucho mejor, gracias a los cuidados de los médicos, especialmente de la hembra que conocí el día de mi nuevo despertar.

Por mi parte, estaba haciendo todo lo posible para ayudar a la población local para que entendiera la mecánica, la física y la ingeniería de las naves espaciales. Tenía que pagarle de alguna forma mi estancia aquí, y los cuidados a los que me habían sometido. Al fin y al cabo, siendo yo un vendedor interestelar, estaba acostumbrado a ello.

Hasta me sometieron a una operación de cirugía para instalar en mi cara unos ojos (postizos, eso sí, pero que engañarían a cualquiera) para que me pareciera aún más a ellos. Es bonito vivir aquí. Me estoy acostumbrando tanto que he decidido dimitir y quedarme aquí para siempre.

-¿Y dónde vas a estar?- me preguntaron en la empresa.

-Aquí me vais a poder encontrar siempre- les contesté. -Tierra. Roswell. New Mexico.-

La segunda guerra mundial había acabado unos años antes, y desde entonces no me he movido de aquí.


[1] El babylon es un implante orgánico colocado en el córtex cerebral de todos los viajeros espaciales, y permite traducir de forma instantánea los pensamientos a la lengua seleccionada. Los fabricantes proveen parches de actualización que permiten periódicamente mantener el implante al día con los nuevos descubrimientos interestelares.