Estaba sentado en una esquina, exactamente como los demás, solo – quizás – un poco más cerca de la ventanilla; podía de esa manera ver la procesión de personas quienes, avisadas por un grito poco humano de un conserje se acercaban sin parar. Todo ello le gustaba, porque era nuevo y divertido, aunque sólo conseguía entender frases rotas, jirones de conversaciones, y de algunas preguntas únicamente el tono interrogativo.

Le hubiera gustado entender más, pero no se atrevía a acercarse todavía al mostrador, siendo ya muy poca la distancia que le separaba de ese curioso artefacto transparente finamente taladrado cuya función debía de tener algo que ver con los sentidos del oído o del olfato, pero seguro no de la vista. Esas pocas palabras que conseguía entender ya le parecían casi una intrusión en la vida de las personas que estaban conversando; una intrusión ilegítima si era para satisfacer una curiosidad sin sentido, ya que dentro de nada le dirigirían a él las mismas preguntas.

Se enfrentaba a un aura de incertidumbre que le asustaba un poco, ¿porque no admitirlo?; al fin y al cabo no había manera de saber de antemano si las preguntas que le iban a dirigir eran estándar o si habrían empezado a llenar una hoja en blanco, sin casillas que rellenar con una ‘X’, y a transcribir su historia para darla a conocer a todos los habitantes de la tierra.

La segunda opción parecía más probable, sabía ser un caso más único que raro…

De vez en cuando, un escalofrío le desaconsejaba levantarse e ir hacia el mostrador cuando el empleado reclamaba otro sujeto de la sala de espera; era fácil, ya que aquella oficina no estaba equipada con el dispensador de números para definir el turno. Así los presentes se ahorraban también el zumbido de los aparatos electrónicos de visualización, y la electrónica parecía no haber llegado hasta allí, y podían gozar de la melodiosa voz del funcionario público.

Esperó. Esperó cuanto pudo. Al final se había quedado en la sala de espera solo con un tipo bastante extraño, que había entrado poco antes; olía diferentemente de los otros humanos, su camisa estaba hecha jirones y estaba muy agitado. Al entrar, viéndole, le había observado fijamente y después de unos largos e intensos minutos se había sentado al otro lado de la sala de espera.

En cuanto el empleado terminó de escribir algo acerca del caso que le acababa de presentar una chica bastante joven y guapa (¿o quizás estaba anotando a parte una dirección y/o un número de teléfono?), con su voz suave y melodiosa nos hizo saber que estaba disponible. El recién llegado se precipitó al mostrador.

-Quiero denunciar un secuestro- dijo al empleado.

-¿De quien?- le contestó él sin demostrar mucho interés.

-El mío. He sido secuestrado por una nave alienígena-.

-¿Cuándo ha ocurrido el hecho?- le preguntó con el mismo fervor.

El recién llegado se retrajo, algo sorprendido. –Bueno, ayer, creo. O anteayer; no estoy seguro. ¿Qué día es hoy?-

-¿Quiere saber día y mes o también el año?- le preguntó el funcionario sin preocuparse mucho.

-¿El año? ¿A qué se refiere?- contestó agresivamente el honorable ciudadano.

-Es frecuente que los secuestrados no recuerden no sólo su fecha de nacimiento sino tampoco el año en curso, a veces- sonrió –hasta piensan que Reagan sea todavía el Presidente de los Estados Unidos…-

Empezó a rellenar una hoja, y en seguida preguntó.

-¿Ha sido torturado, violado por amazonas, cubierto de tubitos que extraían de su cuerpo cualquier tipo de líquido vital, fragmentos de tejidos y de médula espinal? ¿Ha sido transportado en un platillo volador o encerrado en una granja abandonada o en una gruta? ¿El hecho ha ocurrido cerca de aquí o ha sido simplemente liberado en esta zona? No le pregunto donde reside porque seguro no se acuerda de ello.-

El hombre le fijó boquiabierto, luego empezó a decir casi tartamudeando: -bueno, no se, un momento, una cosa a la vez…-

Suspiró profundamente, fijó el funcionario en los ojos y dijo: -vamos con orden. En primer lugar he sido liberado aquí pero resido en otro condado, no lejos de aquí-.

-Perfecto- se interrumpió el empleado. –Puede parar, no hace falta que siga con su relato.- Escribió algo en una hoja. –Puede ir a la oficina del Centro de Identificación, de Relevación y de Contacto Individual OVNI de su condado. Pida al empleado rellenar el módulo 157 cuadros A, C, G y R. Especifique los cuadros porque si no se lo harán rellenar todo y podría tardar hasta un par de días. ¿De donde ha dicho que venían los alienígenas?-

-De Alpha Centauri-

-Ellos también, ¿eh?-

-¿Es frecuente?- preguntó preocupado el hombre.

-Claro, con eso de que son un planeta muy cercano, para ellos es como salir de paseo al pueblo de al lado. Y en época de vacaciones no le quiero ni contar.

-De todos modos, pida también el cuadro H/ter.- Viendo que el otro le miraba fijamente se sintió en deber de especificar -…relativo al identikit de los alienígenas.-

-¡Ah!- asintió el otro, como si hubiera entendido todo. –Bueno, vale, eso de acuerdo. Pero ¿para el tema del secuestro? Me han encerrado en una habitación, se han quedado observándome por una de esas paredes que son de espejos por un lado y transparentes por el otro, pero no me han hecho ningún daño (o por lo menos nada de lo que yo sea consciente)… ¿A quien me tengo que dirigir para eso?-

-Puede ir a la policía, le enseñarán unas cuantas fotos para intentar identificar a los posibles culpables. Usted vaya directamente a la sección Secuestros Extraterrestres y busque al teniente Kojack; dígale que le ha enviado el CIRCIOVNI y él pensara en todo. De todos modos- añadió acercándose al cristal del mostrador- si puedo darle un consejo, cuando le enseñen las fotos párese en la 37b. Es la foto de más éxito entre los que han sido secuestrados por los Centaurianos.-

-No se como agradecérselo…- empezó el hombre, pero se dio cuenta enseguida que no era oportuno agradecer nada al funcionario, cuyo lenguaje no verbal dejaba entrever cierta molestia.

-Váyase, váyase tranquilo y haga lo que yo le he dicho- y, girándose hacia el último ‘cliente’ gritó, con su voz suave: -oooootro.-

Mientras el hombre se alejaba con cara de satisfacción él se acercó a la ventanilla con cierto miedo. La única conversación que había conseguido escuchar por completo había sido la última, y no había quedado muy tranquilo, sobre todo por la actitud de desinterés dempstrada por el funcionario. No entendía porque se portaba así, todos los hombres que a él se dirigían  eran efectivamente personas con problemas para resolver; era tan bonito saber que se puede ayudar a los de tu raza…

Se había acercado a al ventanilla, ya no podía evitar de contestar a las preguntas.

El empleado le observó intensamente. –Déjeme adivinar- dijo. -¡Alpha Centauri, usted también!- afirmó indicándole con el bolígrafo que su mano agarraba.

-No, en absoluto- contestó el otro. –Se está usted equivocando. Mi País de origen es Epsilon Eridani II, no tengo nada que ver con los centaurianos y no me gusta que me confunda por uno de ellos. Son unos zopencos analfabetos e ineptos, y nunca me he podido explicar cómo pueden haber sido ellos, y no nosotros, quienes inventaron los vuelos interestelares.-

-Ah, perdone- dijo el funcionario –no era mi intención ofenderle. De todos modos- dijo cogiendo el formulario (que con sus numerosos cuadros era tan espeso como un texto universitario de física nuclear) –dígame, ¿qué puedo hacer para usted? En primer lugar, ¿donde ha sido secuestrado?-

-Yo no he sido secuestrado- le contestó.

-Ah- repitió el empleado, como si lo hubiera entendido todo. -¿Ha sido una toma de contacto visual entonces?-

-Bueno, depende de qué significa para usted ‘toma de contacto visual’;- mientras lo decía veía el empleado tirar un profundo suspiro, que en las posas humanas podía ser interpretado como un suspiro liberatorio.

-Luces nocturnas, luego ha aterrizado y del platillo volador han salido tres o cuatro hombrecillos fosforescentes bailando un baile popular ruso, ¿cierto?-

-Solo en parte. He visto las luces de la ciudad y he aterrizado, luego he salido de la Nave pero no he visto ningún hombrecillo fosforescente; es más, no he visto a nadie en absoluto. Y mi Nave no es en forma de platillo porque es un modelo bastante reciente; las naves platillo son para nosotros como los coches pe principio del siglo XX para vosotros.-

A este punto el empleado había ya perdido el hilo del discurso, o por lo menos eso era lo que esperaba, esperaba no haber oído lo que había oído, esperaba de..

-Bueno, vamos por orden- dijo en voz baja. La precaución era inútil, ya que se habían quedado solos en el despacho. Pero debía de ser una especie de mantra para él. -¿Puedo saber su nombre?-

-Por la gama de sonidos que el oído humano puede percibir, podría sonar más o menos como GRYPZYJCK- dijo, y se detuvo a observar la barbilla del terrestre que había descendido pausada pero inexorablemente y ahora quedaba colgada del rostro de una forma ridícula. O que hubiera sido ridícula si los Eridanios hubieran tenido un mínimo sentido del humor.

-¿Comocomocomo?- preguntó. Grypzyjck notó que el aura de desinterés que le había distinguido durante todo el día le había abandonado de repente.

-Grypzyjck- repitió el extraterrestre. –Empiece a escribir que yo le corrijo. Eso es. G – R – Y … no, Y, non I, eso, perfecto, P, Z … como zoo, como…-.

-Pero ¿qué más da como lo escribo?- saltó el funcionario. -¿Qué cambia en su vida si escribo I en lugar de Y? ¿Qué diferencia hay?-

-Hay mucha diferencia, terrícola. Los nombres son CALIFICATIVOS. En mi caso, mi nombre, Grypzyjck, significa más o menos ‘él que visita nuevos mundos’. Si me cambiara el nombre me pondría en una situación de crisis existencial profunda. Pero siga, siga… Y como antes, J, no Y, CK como Kojack, le conoce, ¿verdad? Sección Secuestros Extraterrestre, me parece…-

El empleado acabó de escribir, suspiró profundamente e, inclinando la cabeza un poco hacia delante, miró el alienígena de entreojos.

-Yo me llamo John, no se exactamente qué significa pero le puedo asegurar que, a pesar de escuchar cada día en este despacho historias que oscilan de lo improbable a lo imposible, me parece no tener ningún problema existencial.- Observó la montaña de papeles que tenía delante suyo y se sentí recorrer por un escalofrío. –No tiene apellido, ¿verdad?- se animó a preguntar unos instantes después.

-Si el apellido es el nombre de la familia le puedo decir que si, tengo un apellido, pero para tranquilizarle puedo decirle que no lo puede escribir porque no se expresa con números, letras o colores, sino con sentimientos profundos, y los sentimientos profundos no se pueden escribir, solo vivir y compartir.-

El hombre le miró fijamente. –Poético- dijo al cabo de unos momentos ligeros como la eternidad. –Ahora pero tengo que porle otra pregunta, y tiemblo pensando en la respuesta que me dará. ¿Cuando nació?-

-En términos de revoluciones alrededor de EE… entonces… a ver… luego el viaje…-

-Si fuera tan amable de proporcionarme el dato en años terrestres se lo agradecería mucho, nuestro convertidor de fechas estelares está estropeado y estoy todavía esperando el técnico- le interrumpió John.

-Si, entonces, considerando la distorsión espacio-temporal en aquel agujero negro deberían ser 17 años, 6 meses y 18 días terrícolas, hora más, hora menos.-

-Así va mucho mejor- dijo el hombre escribiendo brevemente algo en una hoja. -¿Donde están sus padres?- le preguntó entonces al alienígena.

-¿Padres?- contesto sorprendido. –Oh, ellos se han quedado en Epsilon Eridani II, no se mueven nunca de allí. Sus nombres son Trolquion, que significa ‘quien ordena y dispone’, Pasterlorl, que significa ‘hembra que no se mueve nunca de Epsilon Eridani II’ y Trolquiess, que significa ‘aquellos que mandan a los demás hacer todo aquello que no quieren hacer’. Mi familia me quiere mucho, pero a veces tengo la impresión que me hayan dado un nombre adecuado para librarse de mi.-

-Y ¿como puedo hacer para conseguir la firma de sus familiares?-

-¿Por qué motivo quiere sus firmas? (¿Y, de paso, qué es una firma?)-

-Usted por la ley de este Estado es menor de edad, y su denuncia tiene que estar firmada por los padres o los tutores legales.-

Grypzyjck pensó un momento en todas las alternativas posibles. Luego su mente analítica y lógica comunicó la respuesta a su cerebro; el cerebro la comunicó a su boca y esa la comunicó a John.

-Podría ir a Epsilon Eridani para que mi familia lo firme, siempre que su nombre le permita un viajo tan largo en términos de espacio; en cuanto al tiempo creo le costaría solo un par de días.-

El empleado se quedó pensativo un instante. Si era realmente un alienígena, habría podido aprovechar para dar una vuelta on una nave estelar, visitar nuevos mundos, posiblemente se habrían hecho amigos y habrían merodeado por las galaxias juntos.

A lo mejor su nombre, John, significaba ‘aquel que parte con un alieno en dirección de Epsilon Eridani II y luego se pone a visitar todas las galaxias conocidas y por conocer’ y él no lo sabía.

Con su mano derecha se acarició rudamente el rostro, luego se frotó los ojos. Había sido un día muy pesado.

-Dejamos de un lado la cuestión de la firma de los padres, de momento- dijo al final. Demonios, al fin y al cabo era el día del partido de los Lakers.

-Entonces usted NO afirma haber sido secuestrado por alienígenas, sino que afirma SER un alienígena. ¿He entendido correctamente?-

-Ha entendido perfectamente, es más, permítame congratularme con usted por su perspicacia y su elasticidad mental; raramente he encontrado especies autóctonas de planetas no civilizados tan inteligentes y formales.- Miró con expresión interrogativa al empleado, esperó unos instantes, luego se manifestó aún más disponible. –Si quiere hacerme preguntas estoy a su disposición…-

El empleado dejó de un lado la hoja en la que estaba escribiendo y cogió a otra, de diferente color. –Esto lo cambia todo- dijo. –El módulo que es necesario compilar es el 76/ter versión 2020 color amarillo.- Miró a Grypzyjck, movió la cabeza e lado a lado y empezó a volver a rellenar el formulario. Cuando se dio cuenta que el alienígena le estaba observando muy atentamente dejó la pluma estilográfica que estaba utilizando.

-Rellenaré las casillas de rutina después, con toda tranquilidad. Sólo tengo que copiar los datos. Usando este módulo, además, evitaremos el engorro de la firma parental. Me quedan un par de preguntas para usted, y espero sea tan amable de contestarme en términos que sean inteligible para un funcionario como yo.-

-No dude de ello; además del Epsidanio, variante del Eridanio que se habla en los demás mundos poblados de Epsilon Eridani, conozco perfectamente algo como 35 idiomas de los planetas que he visitado hasta ahora, incluyendo aquello que ustedes llamarían ‘galáctico estándar’. Pregunte…-

“Otro fan de Star Trek” pensó el empleado, temblando a la idea de ver de repente el relámpago de luz azul del teletransporte de la Enterprise.

-Seré breve. ¿Por qué motivo ha venido a nuestro planeta, que nosotros llamamos comúnmente Tierra?

Misión científica (01)

Misión bélica (02)

Misión diplomática (03)

Turismo (04)

Otro (05) (especificar)

Grypzyjck lo pensó un momento, luego dijo: -creo sea más adecuado el número (05) (especificar)-

-Si, pero (especificar) significa que hay que especificar que se quiere decir con Otro (05).-

-Ah- rebatió el alienígena, perplejo. –Bueno, ponga ‘conocimiento de la especie’.-

El empleado estaba a punto de lanzar la toalla, pero en el fondo había casi conseguido acostumbrarse; el día había sido muy pesado, estas novedades no eran fáciles de tragar, pero al fin y al cabo era una manera de salir de la rutina.

-¿No podría decirme también algo acerca de la finalidad de ese ‘conocimiento de la especie’?- preguntó John levantando la mirada, aún durante un instante, del módulo que estaba rellenando con tanto amor. –Me extraña que alguien vaya paseando por las galaxias así, para pasar el tiempo. Le prometo que no lo escribiré en ninguna parte.-

-Por mi puede escribirlo donde prefiera; como le decía, yo no viajo por diversión, sino porque mi nombre me obliga a hacerlo. No podría quedarme tranquilo en casa, porque de ese modo no sería fiel a mi misión, a la misión que me ha sido consignada al nacer…-

-Con lo cual querrá seguro entrar en contacto con algún organismo nacional, ¿qué se yo?, el Presidente de los Estados Unidos de América, el jefe carismático de alguna secta religiosa, personas, por así decirlo, ‘de nivel’, que desempeñen un cargo importante, institucional, u otro. ¿No es así?-

-Creo que si- dijo el extraterrestre. Sus trazos somáticos eran por su misma naturaleza cercanos a los de los seres humanos, pero la expresión de su rostro se hacía siempre más tierna, asustada, humana en fin.

Entre los humanos hay un dicho que corre secreto, oculto bajo piel; algunos lo consideran un chiste, pero su veracidad, comprobada miles de veces, lo ha realzado al rango de verdad absoluta. O casi.

El dicho es más o menos: “La vida cotidiana es, de ordinario, deshumanizante. Dos son las experiencias que hacen más humanos el hombre mismo: el dolor (propio o sufrido por los seres queridos) y el encuentro con la burocracia”. Lógicamente nadie se lo había explicado antes a Grypzyjck.

-Entonces podríamos hacer así. Escúcheme con atención. Presentaré personalmente su petición y todas las peticione oportunas a las autoridades competentes. No le puedo prometer nada: como usted bien sabrá, nuestro planeta se encuentra en la encrucijada de numerosos rumbos interestelares, así que su petición no es la primera con la que las autoridades de nuestro planeta tienen que lidiar.

-Cumplimentaré todos los papeles necesarios y los transmitiré a quien corresponda. ¿Tengo todos sus datos, verdad?- No esperó contestación. –Le contactaremos seguramente en cuanto lasautoridadescompetentesyaquienletoque tendrán la posibilidad de recibirle y tratarle con los debidos honores.-

Siguió hablando y, con una amabilidad que a un terrícola le parecería bastante extraña, acompañó a Grypzyjck a la puerta y, sonriendo feliz a las muestras de agradecimiento del alienígena, le despidió permitiéndole volver a su nave estelar y volar hacia nuevos mundos, a la espera de una llamada por parte de las autoridades de un planeta sorprendentemente evolucionado llamado Tierra.

En cuanto Grypzyjck salió de la oficina John cerró la puerta a sus espaldas y se dejó deslizar lentamente hacia el suelo.

Había sido un día agotador.

Dejó caer la cabeza hacia atrás, recogió las pocas fuerzas que le quedaban y volvió a su puesto de trabajo. A su izquierda, los módulos rellenados en el transcurso del día. Los distintos colores de los módulos les hacían parecidos a una pequeña montaña cortada por transversal, pero con capas y bordes regulares. Frente a sí los dos módulos de ese Grypzyjck o como demonios se llamaba.

Miró los dos módulos. Luego miró la montaña de módulos. Intentó volver con la memoria a la conversación mantenida con Grypzyjck; empresa complicada. Volvió a mirar la pila de módulos, intentando volver a recordar todas las historias locas que todas aquellas personas le habían contado.

Miró otra vez los módulos de Grypzyjck. En la memoria siempre le quedaba más vívidamente impreso el relato del último cliente. Era normal. Había una explicación científica para ello. Su psiquiatra se lo recordaba siempre.

Al final, cogió los dos módulos de Grypzyjck y los puso encima de la pila. Era suficientemente fuerte y entrenado como para evitar de hacer dos recorridos, así que levantó la pila entera de módulos fatigosamente rellenados a lo largo del día y la llevó a otra habitación, invisible desde la sala de espera.

Allí, como siempre al acabar una dura jornada de trabajo, empezó a archivar todos los expedientes, de uno en uno, y primero el de Grypzyjck, en el incinerador.

Grypzyjck se subió a su nave interestelar y arrancó los motores. Estaba feliz, pero especialmente tranquilo porque ese señor tan amable no se había asustado para nada y había prometido con solemnidad que le habrían vuelto a llamar. En la espera, podía visitar algún otro mundo.

Pocos instantes le fueron suficientes para dejar el atmósfera del planeta y alejarse de esa estrella llamada Sol.