Y aquí… el gran final!!! (O no???)

El trabajo era complejo. Tenían que analizar los videos de los suicidas, y al mismo tiempo los textos que se intercambiaban los dos hermanos. Era muy curioso, una especie de cruce entre el chat y el juego de adivinar el título de una película. El análisis no era sencillo ni rápido, y les llevó unos días.

La verdad es que los dos hermanos se comportaron muy bien, especialmente Pedro, con quien mantenían una relación muy estricta. Los dos investigadores habían trasladado su oficina en el chalet de los hermanos, ellos habían cancelado todas las citas pendientes y no estaban aceptando de nuevas. Estaban haciendo equipo para entender lo que pasó.

Y al final lo consiguieron. Gracias a un destello, un reflejo, algo disonante que Pedro percibió en la pantalla que su hermano leía a sus pacientes de forma mecánica, automática, sin llegar a tener conciencia de lo que decía para así evitar la posibilidad de repetirlo de forma involuntaria. Los tres se miraron, los rostros de los tres revelaban un mixto de sorpresa, asombro, y también de alivio. Habían dado con la clave.

-Yo no he escrito eso- se apresuró a decir Pedro.

-Ya lo sé- se apresuró a contestarle Teresa.

-Pero allí está- se apresuró a comentar Martín.

Y nadie se apresuraba a explicarle a Pablo lo que había ocurrido.

-Es una expresión que uso mucho. Nuestros pacientes son a menudo personas que se encuentran simplemente en encrucijadas, y en esas condiciones hacen afirmaciones completamente desacertadas, auténticos disparates, se proponen acciones sin sentido, y es necesario reconducirlas a la senda correcta.-

-Lo sabemos. El problema es por qué el sistema de chat interno ha trasladado una frase deformada a tu hermano.-

-El problema no es este, Teresa.- Martín notaba como un peso enorme le aplastaba el pecho. -El problema es: ¿cómo se lo tomará Pablo?-

Nada bien. ¿Cómo iba a tomárselo bien? Descubrir que, sin saberlo ni darte cuenta, has sido el directo responsable de tantas muertes…

Una vida transcurrida ayudando a todos los demás, viviendo como un recluso, como una fiera enjaulada, consciente de este gran poder, decidido a usar su don solo para hacer el bien. Y ahora esto.

Cuando Pedro empezó a discutir con él por el chat la situación se veía tensa. Pablo estaba fuera de sí. Era evidente que el remordimiento le estaba comiendo las vísceras. Empezó con decir que esto era demasiado, y que evidentemente él mismo se había convertido en un problema más que en una solución. Y que ya no podía vivir con este peso. Pedro intentó calmarle, pero cuando vio que insonorizaba su habitación y se quitaba la mordaza y los cascos se dio cuenta que no había vuelta atrás. De nada le sirvió gritarle. No podía escucharle, y no le habría hecho caso de todas formas.

Cuando se desplomó delante de un espejo, los tres no podían saber con seguridad qué había ocurrido. No podían saber que le había sido suficiente decir una palabra para que todo se acabara.

-Muere- había dicho Pablo. Lo había dicho para sí solo. Ellos no lo habían escuchado. Pero así se había acabado la vida de un hombre que había utilizado bien su don. Se había acabado inesperadamente mal.

Y todo ello porque, cuando Pedro escribía en su teclado la frase “esto es un disparate”, en la pantalla de Pablo aparecía, para que la repitiera, la frase “esto es. Dispárate”.

***

Todos lloraron. Estos pocos días de trabajo e investigación habían acomunado mucho a los tres. Pero en la mente de Martín se estaba abriendo paso una duda.

Sabían lo que había ocurrido. Pero ¿cómo había sido posible?

Esta pregunta había quedado sin contestar.

Hasta el siguiente mini-Serial