Relatos de Ciencia Ficción

Categoría: Relato breve (Página 3 de 4)

Relato ganador en el I Certamen Literario ACLBS

Estoy muy feliz por haber ganado el I Certamen Literario organizado  por la Asociación Cultural de Les Botigues de Sitges con mi relato Como perder el apetito,  en la categoría relato senior.

Y cómo no puedo esperar la publicación del libro del Certamen, podéis leer mi relato seguidamente.

COMO PERDER EL APETITO

Es mi noche. Mi corazón late siempre más acelerado: la emoción, la expectativa, la curiosidad, las ganas. El hambre.

Cuando te mueves solo de noche, ya que la luz del sol te mataría, aprendes a identificar enseguida a tus objetivos. Allí esta, en la barra del bar, sorbiendo su Bloody Mary. No hay duda. Es mi cena.

Me acerco, me deshago con una sola mirada de la competencia que estaba charlando con ella, y la observo. Nuestras miradas se cruzan, y no hace falta que me empeñe excesivamente. Ya es mía. El puro humano que estaba hablando con ella ya se ha marchado, a cazar una presa más fácil. Esta es mía. Mía.

-Buenas noches- le digo. Intento que mi acento del este europeo se note lo justo para introducir esa nota de seductor misterio. Siempre funciona.

-Eso espero- me contesta. Lo mismo pienso.

-A lo mejor te gustaría más la compañía de alguien un poco más maduro que ese jovencito-. No voy más allá. Ella también parece estar en los cuarenta, pero queda muy feo decírselo a una chica. Y yo… bueno, ya voy por el quinto siglo, con lo cual lo de maduro encaja conmigo.

Sonríe. La tengo. Empezamos a hablar.

-¿Profesora? Interesante. Y ¿qué enseñas?-

-Literatura gótica y monstruos en la mitología.-

-¿Monstruos? ¿Cómo los vampiros?- Sonrío débilmente, no me gusta dejar entrever mis armas antes del tiempo, la comida huye.

Ella sonríe más, pone su brazo alrededor de mi cuello y me susurra al oído -no crees realmente en los vampiros, ¿verdad?-

-¿Y tú?-

Acerco mi boca a su cuello, pero ella de repente se separa para volver a su Bloody Mary. Y rompiendo la magia. -Los vampiros son una metáfora para explicar todo aquello que la gente no entendía debido a sus conocimientos limitados de medicina en las épocas pasadas.- Y acto seguido empieza a explicarme una infinidad de enfermedades de la época victoriana, con todo detalle. En algunos casos hasta acertando, bien lo puedo decir yo que he estado allí.

Es increíble. Basta con que me acerque un poco más para que vuelva a empezar. Estoy dudando de la bondad de las profesoras, igual por eso tienen tan mala fama. -Cómo la literatura reflejaba entonces la represión sexual de esa era, el monstruo era a menudo personificado por la esposa o por el vecino, transformados de inocentes a bestias.- Y así, más y más.

Estoy a punto de cerrarle la boca de alguna manera (nunca había encontrado una víctima humana tan habladora) pero me lo pienso bien y le digo -¿quieres comer algo?-

Ella suspirando admite: -estoy hambrienta, el aperitivo me ha abierto el apetito.-

-Conozco un sitio aquí cerca.-

-Mejor mi casa, también está cerca.- Cierto. Mejor. Un ataúd de hace seis siglos no es lo mejor de lo mejor cuando se trata de invitar a una chica.

Llegamos muy pronto.

La tengo cautivada, emborrachada por mi magia. No puede escapar.

-Me sorprende que te gusten tanto los mitos acerca de los vampiros. No lo hubiera dicho.- No, por favor. Basta ya de charlas. Tengo hambre. La tensión sube por momentos.

-Siéntate, voy a prepararte algo para beber.- Como si tu sangre no fuera suficiente.

-Pero no me has dicho todavía si crees en los vampiros- me dice. ¡Qué sencilla!

-Efectivamente, tengo razones para creer en ellos; a lo mejor podría hacer que cambiaras de idea…- Su aroma se está haciendo más intenso. ¿O es mi imaginación?

-Entonces creerás también en brujas y werewolves, supongo.-

-¡Claro que no!- Adorable estúpida. -Ni tu tampoco. Como acabas de decir, los hombres-lobo son una metáfora para…-

Aparece, irreconocible. Cubierta por un pelaje canino, su cara transformada en un rostro afilado, sus colmillos más grandes y fuertes que los míos.

-Nada de hombres-lobo. Estoy hablando de señoras-lobo.-

En ese instante me doy cuenta que su cena soy yo.

 

Espero os haya gustado.

Cronauta

Cómo introducción a mi libro-juego X Legio escribí un relato breve, que luego maquillé un poco para el primer volúmen de Misma Tierra Nuevos Horizontes.

Aquí lo tenéis.

Me piden que haga un poco de historia… ¡historia!

Como si fuera posible, como si existiera un antes y un después, como si pudiéramos distinguir, con claridad, quienes somos, adonde vamos, a quien encontraremos en unos minutos, paseando por la calle.

Pero sí, es posible. Para Ustedes, señoras y señores, que todavía podéis vivir, atrapados por el antes y el después, palabras bellas, bellísimas, que recuerdo haber vivido yo también, en mi infancia.

Ahora, como cronauta que soy, carecen de sentido a mis oídos, pero no siempre he viajado en el tiempo. La línea temporal era entonces muy sencilla: una línea recta, que unía dos puntos; el momento en que me concibieron, a la izquierda (me refiero a la izquierda de la escala temporal) y el momento de mi muerte, a la derecha. Allí, entremedio, la vida se iba desarrollando. Entre lágrimas y alegrías.

Luego, un día me enrolé. Parecía un trabajo interesante, para un historiador como yo era. Poderse olvidar de bibliotecas y textos de dudosa autenticidad, y poder VER a la historia, cómo se desarrollaron los hechos, como un personaje más.

En algunos casos, cuando mirábamos a hechos históricos, decíamos mis colegas y yo: “¿de donde habrá salido tanta gente?”. Ahora sé la respuesta. Éramos nosotros, los historiadores, presentes, en momentos clave, en las revoluciones… pero bueno, no debo de contaros esto, sino algo más interesante para vuestra historia.

Vamos a hablar de: futuro.

El futuro de la humanidad, y el futuro próximo a las fechas en las que os estáis moviendo, siglo más, siglo menos. Los alcances tecnológicos. Los éxitos. Los fracasos. Me dicen aquí que los fracasos mejor no. Pues bien.

Viajes espaciales, un poco más allá del sistema solar. Año… no os lo puedo decir, no quiero alterar el curso de los eventos. Ya sé, suena un poco a “si te lo dijera tendría que matarte”. Lo mismo da, para Ustedes no ha ocurrido todavía; para mí es historia. Pero sí, la humanidad por fin consigue cruzar el umbral de su propio, mísero sistema estelar, llamado con cierta presunción “solar”. Se va, se va, se va, y empieza a conocer nuevos mundos.

¿Cómo lo consigue? Pues yo miraría un poco las viejas series de Ciencia Ficción (para Ustedes posiblemente sean nuevas), estoy convencido de que más de un colega mío ha ido por allí soltando pistas. No se podría hacer, pero ya se sabe, el hombre es el hombre, la tentación es fuerte y si no te están mirando…

Lo que es un poco diferente con respecto a las varias series de ciencia ficción es que el hombre desde el principio se encuentra muy solo. Descubre planetas habitables, algunos de ellos peligrosos, pero descubre también que el ser humano es la criatura más inteligente de la galaxia.

¡Quien lo hubiera dicho! Tantas décadas encontrando en la ficción razas muchísimo más avanzadas que la terrestre, y ahora, cuando se llega a la prueba de la verdad, nadie consigue ganarle al hombre.

Errores, muchos; excesos de confianza, más aún. La raza terrestre los ha pagado todos, y a caro precio. Tenía que aprender. Cuando lleguéis a verlo tan claro como yo, que no tengo las ataduras del tiempo, podréis entender las razones.

Mientras tanto, mejor sería echar un vistazo a cómo se ha desarrollado esta primera fase, que los historiadores del tiempo (todavía no existían los cronautas) definieron de “conquista”. Ridículo. Intentar aplicar a toda la galaxia unos criterios de comportamiento (militares, estratégicos, económicos, virtuosos, viciosos…) cuyos límites ya se habían demostrado en el planeta de origen. Luego, alguien se quejará si a los terrestres se les llama “los grandes recicladores de ideas”. Mucho les costó sacar algo nuevo de la chistera. Algo que cambiaría el curso de la historia.

Esto no se acaba aquí, sólo es el comienzo.

Ah, se preguntarán Ustedes que por qué hablo de vosotros terrestres. ¿Es que no soy humano?

Bueno, tengo que contestar si y no a la vez. Me explicaré. No quiero adelantar acontecimientos, pero cómo les voy a hablar de épocas muy lejanas no voy a influir en la historia actual para Ustedes, la historia del siglo veintiuno, la pre-historia por así decirlo, ya que no había viajes interestelares ni contactos con otros mundos.

Lo que en vuestro tiempo no se sabe y sólo se imagina – o se sueña – para nosotros es pasado. Es bueno que sepáis que el hombre llegará un día a las estrellas. Se hará viajero. Y conquistador. Es bueno saberlo, previene el lógico desánimo; no lo vais a ver, ni a vivir, pero ocurrirá.

Y en toda la galaxia el hombre llevará su palabra; su historia, para repetirla una y otra vez, con sus errores, con su patrón constante y cansino. República, Democracia, Monarquía, Oligarquía, Anarquía… cambian los planetas, cambian las formas exteriores de manifestación, pero el hombre no cambia. Siempre el mismo. Obstinado. Ciego. Tonto.

El hombre acabó – acabará – extinguiéndose, como la llama de una vela gastada; y dejó – dejará – un legado. Una advertencia dirigida a todas las especies libres que pueblan la galaxia. Aprended de nuestros errores.

Esta es la razón por la que me hice cronauta. Y asimismo es la razón por la que los cronautas son tan importantes en mi tiempo. El hombre tropieza mil veces en la misma piedra. Otras especies, no. El hombre tenía – tiene – unas características que le hacen único, a pesar de esta tozudez en ocasiones irritante. Ninguna otra especie podrá hacer lo que el hombre hizo, ya que, simplemente, el ser humano es único. Su manera de conjugar estupidez y genialidad no tiene punto de comparación en ninguna especie conocida. Ni por conocer, creo yo.

El hombre es un campo de estudio fascinante. Ya no hay humanos, a veces corren rumores de que se ha visto alguno de ellos, pero se trata más bien de leyendas urbanas. Los modernos hombres de las nieves.

Su huella, la huella que dejó – dejará – en los mundos habitados y por habitar es – será – imborrable. Y todas las especies, por enemigas que sean de los terrícolas, lo han de reconocer. Así que, bueno, no soy humano. Pero por algunos aspectos me siento humano; y no solamente por ser cronauta, todas las especies de mi tiempo tienen una deuda con los seres humanos. Una deuda que ya no se podrá pagar. Se puede observar, pero no cambiar el pasado.

Así que… gracias, humanos. No os olvidaremos.

Nuevo relato de Causa. Efecto

Así es. Lo podéis encontrar siguiendo este enlace.

De momento, no voy a publicar más relatos de este ciclo: estoy preparando una versión electrónica completa, que publicare en formato PDF y será disponible mediante el visor de ScribD en la página general del ciclo.

Desde allí, quien quiera podrá descargarlo en versión PDF, formato A4.

Preguntas Incómodas

Todos han tenido que lidiar en alguna ocasión con las preguntas de un niño (hijo, hermano, primo, hermano de un/a amigo/a). En estos casos hay que intentar escabullirse sin mentir pero también sin crear falsas espectativas.

Lo cual puede ser complicado.

-¿Por qué no los hemos visto nunca, papito?-

Preguntas de un niño de ocho años. Preguntas lógicas, sin respuestas posibles. O creíbles.

-¿Por qué?-

-Bueno, a lo mejor no han podido pasar todavía por aquí.- Respuesta clásica, estilo “niño, cállate”. Insuficiente.

-¿Es que no nos quieren? Han tenido tiempo para pasar.-

-Tranquilo, seguro que nos quieren.- Si es que nos conocen. O que saben de nuestra existencia. Qué complicado pasar el día con un niño.

-A lo mejor llegan dentro de poco.-

-Entonces, ¿les vamos a esperar? ¿Esta noche?-

Impaciencia. Tiene su appeal. -Bueno, no han avisado ni nada. Yo no les esperaría, si llegan podemos ir a recibirles rápidamente.-

-Entonces puedo dormir vestido.- No era una pregunta. Significaba que después de haberse dormido me tocaría ponerle el pijama. Solía pegarme en el sueño, a lo mejor le podría tapar con una manta y mañana se vería.

-Pero recuerda que no sabemos nada de ellos.-

-Sí, pero son buenos, ¿verdad? En el cole dicen que son más evolucionados que nosotros, y que seguro de un momento a otro van a aparecer, quizás en nuestro jardín.-

Sí, buena esa. No se ponían de acuerdo, estaban más preocupados por matarse unos a otros que por venir a visitarnos.

-Es posible, cariño. Ahora duerme.-

Le besé la frente. En unos instantes, ya se había dormido. ¡Niños!

¿Cómo quitarle la ilusión?

¿Cómo decirles que los habitantes del planeta Tierra, que ellos esperan con tanta ilusión, todavía no han descubierto el vuelo espacial?

El Ascensor

Este relato nos hace pensar en los peligros que conllevaría la convivencia con otras especies viventes, con sus características peculiares y un sinfín de matices… ¡Que viva la convivencia!

Uuuups.

Klong. Bueno, no exactamente Klong. Los ascensores modernos se desplazaban utilizando un sistema de compensación magnética inercial. Con lo cual, cuando el ascensor en el que estaba montado Roger dejó de funcionar, simplemente se paró. La deceleración no fue excesivamente brutal.

Eso representaba, lo mires como lo mires, que estaba atrapado en un ascensor de última generación. Y, a propósito de mirar, el ascensor era panorámico, así que las vistas eran más que dignas.

La única nota que desentonaba era la compañía.

Roger no era racista, pero estar atrapado en un ascensor panorámico presurizado al atardecer con un extraterrestre que respira dióxido de carbono, por muy práctico que sea (desecho tuyo vida mía), se revela ser francamente aburrido. No hay muchos argumentos de conversación; a los pocos minutos ya no sabes dónde mirar para evitar los ojos del extraterrestre. Se sentó, cara al mundo que se extendía debajo de ellos.

El extraterrestre hizo lo mismo.

-Soy Gnorr- dijo, intentando entablar un mínimo de conversación o algo por el estilo.

-Me alegro por Usted- le contestó Roger, sin apartar la mirada del panorama: ciudad, más ciudad y finalmente el mar, a lo lejos.

-He llamado yo a la asistencia técnica, pulsando el botón de emergencia y tecleando el código del ascensor que se puede encontrar en la placa identificativa, en el espacio que está previsto para ello.- Esta raza es muy detallista. Pesada, diríamos. Y aburrida.

-He visto- le contestó al cabo de un rato. -Por eso me he sentado. Ya no se puede hacer nada más que esperar.-

La conversación está sobrevalorada hoy en día. ¡Qué tío pesado! No hace falta hablar tanto; además, desde que empezaron a desarrollarse los viajes interplanetarios y se descubrieron otras especies sentientes el término ‘turismo’ estaba desarrollando otros matices.

Ahora ya era difícil saber con qué clase de alienígena te topabas. Eran todas buenas gentes. De no ser así no les permitirían interactuar con especies diferentes. No eran violentos. Ni malhechores.

Pero en cuanto a las características más bien fisiológicas de ellos… era todo un mundo en el que era complicado adentrarse. Su compañero de ascensor, por ejemplo. Su especie respiraba dióxido de carbono, vale. ¿Cómo lo sabía? Por la tarjeta identificativa que llevaba este tal Gnorr. Allí ponía también la raza y el planeta, pero no eran más que nombres, y además posiblemente mal escritos; no representaban nada para él, así como su nombre terrícola no representaba nada para Gnorr.

Y ¿cómo funcionaba el metabolismo de Gnorr? Quién sabe. Y a quien le interesa. A quien le importa. La nota positiva: estaba respirando el dióxido que Roger estaba desechando, de forma que estaban formando un ciclo en simbiosis. Los deshechos de uno eran la dicha de otro.

Lo cual, al estar encerrados en un espacio reducido y sellado, representaba una ventaja considerable.

Roger empezó a pensar en las diferencias entre los humanos y las criaturas de otros planetas. Había conocido unos cuantos, aunque no había tenido mucho trato con ellos. Era muy tímido, le costaba entablar conversación. Le interesaba saber más de esos visitantes, conocer algo de otros mundos. Y sin embargo no se atrevía a preguntar. ¡Diablos! No se animaba ni estando a solas encerrado en un ascensor con un extraterrestre…

Nunca dejaban de asombrarle la fuerza de voluntad y las ganas que tenían esos seres de otros planetas. Venían aquí, a visitar la Tierra. Un planeta que para nosotros puede que sea aburrido. Y eso que hay mucho por descubrir. Pero, ¿viajar desde tantos años luz de distancia para visitar la Tierra?

Es cierto, las zonas neoturísticas, como se las suele llamar, están adecuadamente equipadas. Y la presentación que de nuestro planeta hacen es, por así decirlo, más poética que real. Pero hay que vender el producto-Tierra; y la estrategia puesta a punto por el equipo de marketing parece dar buenos frutos. Así que… adelante.

Claramente, los que trabajamos en los puertos neoturísticos no somos más que peones, pequeñas piezas en este juego de ajedrez. Otros son los técnicos. Los que saben.

Y que saben de otras razas también. Los trabajadores del mismo nivel que Roger tenían conocimientos más profundos de las razas que llegaban únicamente por curiosidad. O pasión. O, en algunos casos, vicio. Y Roger no se caracterizaba por ninguna de las tres cosas.

De repente, una voz se materializó en la atmósfera del ascensor.

-Necesito conocer vuestros nombres y raza.- El altavoz del ascensor se había puesto a espetar palabras sin previo aviso; Roger se había asustado y estaba jadeando. Gnorr en cambio no parecía haberse sobresaltado, a lo mejor la configuración genético-emocional de su raza no preveía los sustos súbitos.

-Mi nombre es Gnorr. La raza, Granut- dijo sin miramientos.

-Granut. Confirmado- respondió el altavoz. -¿Otros ocupantes del ascensor?-

-Soy Roger, humano.- Le había costado contestar, el susto parecía haber sido más fuerte de lo que se esperaba. Se recuperaría en cuestión de instantes.

-Humano. Confirmado- volvió a decir el altavoz, de forma muy mecánica. -¿Otros ocupantes del ascensor?-

Los dos se miraron. Luego empezaron a mirar a sus alrededores. Miraron al suelo y al techo. Las especies extraterrestres eran muchas, unas grandes y otras pequeñas, y era oportuno no dejar nada al azar.

-Nadie más- dijo finalmente el humano, volviéndose a sentar en el suelo del ascensor y disponiéndose a esperar el rescate.

-Hmmm. ¿Seguro?- volvió a preguntar desde el altavoz el operador de la asistencia técnica.

-Confirmo- dijo Gnorr. Él también parecía perplejo, por perplejo que pueda parecer el rostro de un alienígeno.

-Voy a activar enseguida el protocolo de actuación trece. Tenemos problemas con la ventilación. Paso a protocolo catorce.-

“Podrían desconectar el altavoz”, pensó Roger. “Vaya aburrimiento. Me está entrando un sueño”.

“Además, no quisiera parecer racista, pero ese tal Gnorr huele mal. Huele a huevos podridos. A lo mejor es un Granut hembra y ha puesto un huevo. ¿Tienen sexo los Granut? ¿Ponen huevos?” No lo sabía.

Parecía haber pasado un siglo. Un siglo pasado con una modorra impresionante. Inexplicable, pero cierta. Hasta que le pareció escuchar el altavoz decir que se debían echar al suelo. Hasta que sintió el cuerpo de Gnorr a su lado. Hasta que se dio cuenta de los cristales que volaban a su alrededor. Hasta que sintió la brisa caliente de su ciudad terrícola.

Fue lo último que sintió.

Cuando volvió en sí, le parecía que había transcurrido una eternidad.

Al abrir los ojos, se dio cuenta que una ambulancia le estaba hospedando; la máscara de oxígeno no le permitía ver bien a sus alrededores, pero la ambulancia no se movía, y él había sido simplemente aparcado en ella.

Veía unas figuras indistintas, que sin embargo parecían estar cada momento más definidas. Y conseguía entender con siempre mayor claridad la conversación que estaban manteniendo.

Su cabeza se fue aclarando, hasta el punto que las conversaciones empezaron a cobrar sentido.

¡Simbiosis!

No es tan sencillo.

Pensamos en nuestro cuerpo humano. Respiramos oxígeno, y emitimos dióxido de carbono. Y cuando vemos a un extraterrestre que respira dióxido de carbono, damos por descontado que su cuerpo va a emitir oxígeno. Pero no es así. No necesariamente.

Los Granut, por ejemplo. Emiten metano. Y, además, cuando se encuentran en un estado de estrés y de tensión, emiten también hidrocarburos sulfurados. En la economía de un ecosistema no reviste mucha importancia, pero en un espacio cerrado y sellado como el de un ascensor el peligro es sumo.

De no haber sido por la preparación técnica del funcionario de la compañía de ascensores y por su gran rapidez de respuesta, no habría salido vivo de ese ascensor. Tuvieron que volar el cristal con ballestas, ya que el calor de los proyectiles hubiera hecho estallar el ascensor, que se estaba convirtiendo en una bombona de gas metano comprimido.

Es cierto. Es muy bueno saber más de las razas extraterrestres.

Especialmente por si vienen a visitarnos.

Nuevo relato en FoxxFlash

Aquí va un nuevo relato, quizás más adecuado para Halloween. El título de este relato es VACÍO, y es un relato de menos de 500 palabras, es decir, unos 3-5 minutos.

Espero que os guste, lo podéis encontrar en la página de FoxxFlash o, para más facilidad, podéis hacer click en este enlace.

Relato en FoxxFlash

En el apartado FoxxFlash os dejo un nuevo minirelato, POLVO, 600 palabras de progresismo apocalíptico.

Tiempo de lectura estimado: 3 minutos (no hay excusas para no leerlo).

Relato del ciclo Causa. Efecto

En el apartado de páginas dedicado al ciclo de Causa. Efecto encontraréis a otro relato, ambientado esta vez en tiempos algo más recientes, y con un background químico. Su título es TIEMPO DE INTENTOS

Podéis acceder directamente haciendo click aqui.

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