Este relato nos hace pensar en los peligros que conllevaría la convivencia con otras especies viventes, con sus características peculiares y un sinfín de matices… ¡Que viva la convivencia!

Uuuups.

Klong. Bueno, no exactamente Klong. Los ascensores modernos se desplazaban utilizando un sistema de compensación magnética inercial. Con lo cual, cuando el ascensor en el que estaba montado Roger dejó de funcionar, simplemente se paró. La deceleración no fue excesivamente brutal.

Eso representaba, lo mires como lo mires, que estaba atrapado en un ascensor de última generación. Y, a propósito de mirar, el ascensor era panorámico, así que las vistas eran más que dignas.

La única nota que desentonaba era la compañía.

Roger no era racista, pero estar atrapado en un ascensor panorámico presurizado al atardecer con un extraterrestre que respira dióxido de carbono, por muy práctico que sea (desecho tuyo vida mía), se revela ser francamente aburrido. No hay muchos argumentos de conversación; a los pocos minutos ya no sabes dónde mirar para evitar los ojos del extraterrestre. Se sentó, cara al mundo que se extendía debajo de ellos.

El extraterrestre hizo lo mismo.

-Soy Gnorr- dijo, intentando entablar un mínimo de conversación o algo por el estilo.

-Me alegro por Usted- le contestó Roger, sin apartar la mirada del panorama: ciudad, más ciudad y finalmente el mar, a lo lejos.

-He llamado yo a la asistencia técnica, pulsando el botón de emergencia y tecleando el código del ascensor que se puede encontrar en la placa identificativa, en el espacio que está previsto para ello.- Esta raza es muy detallista. Pesada, diríamos. Y aburrida.

-He visto- le contestó al cabo de un rato. -Por eso me he sentado. Ya no se puede hacer nada más que esperar.-

La conversación está sobrevalorada hoy en día. ¡Qué tío pesado! No hace falta hablar tanto; además, desde que empezaron a desarrollarse los viajes interplanetarios y se descubrieron otras especies sentientes el término ‘turismo’ estaba desarrollando otros matices.

Ahora ya era difícil saber con qué clase de alienígena te topabas. Eran todas buenas gentes. De no ser así no les permitirían interactuar con especies diferentes. No eran violentos. Ni malhechores.

Pero en cuanto a las características más bien fisiológicas de ellos… era todo un mundo en el que era complicado adentrarse. Su compañero de ascensor, por ejemplo. Su especie respiraba dióxido de carbono, vale. ¿Cómo lo sabía? Por la tarjeta identificativa que llevaba este tal Gnorr. Allí ponía también la raza y el planeta, pero no eran más que nombres, y además posiblemente mal escritos; no representaban nada para él, así como su nombre terrícola no representaba nada para Gnorr.

Y ¿cómo funcionaba el metabolismo de Gnorr? Quién sabe. Y a quien le interesa. A quien le importa. La nota positiva: estaba respirando el dióxido que Roger estaba desechando, de forma que estaban formando un ciclo en simbiosis. Los deshechos de uno eran la dicha de otro.

Lo cual, al estar encerrados en un espacio reducido y sellado, representaba una ventaja considerable.

Roger empezó a pensar en las diferencias entre los humanos y las criaturas de otros planetas. Había conocido unos cuantos, aunque no había tenido mucho trato con ellos. Era muy tímido, le costaba entablar conversación. Le interesaba saber más de esos visitantes, conocer algo de otros mundos. Y sin embargo no se atrevía a preguntar. ¡Diablos! No se animaba ni estando a solas encerrado en un ascensor con un extraterrestre…

Nunca dejaban de asombrarle la fuerza de voluntad y las ganas que tenían esos seres de otros planetas. Venían aquí, a visitar la Tierra. Un planeta que para nosotros puede que sea aburrido. Y eso que hay mucho por descubrir. Pero, ¿viajar desde tantos años luz de distancia para visitar la Tierra?

Es cierto, las zonas neoturísticas, como se las suele llamar, están adecuadamente equipadas. Y la presentación que de nuestro planeta hacen es, por así decirlo, más poética que real. Pero hay que vender el producto-Tierra; y la estrategia puesta a punto por el equipo de marketing parece dar buenos frutos. Así que… adelante.

Claramente, los que trabajamos en los puertos neoturísticos no somos más que peones, pequeñas piezas en este juego de ajedrez. Otros son los técnicos. Los que saben.

Y que saben de otras razas también. Los trabajadores del mismo nivel que Roger tenían conocimientos más profundos de las razas que llegaban únicamente por curiosidad. O pasión. O, en algunos casos, vicio. Y Roger no se caracterizaba por ninguna de las tres cosas.

De repente, una voz se materializó en la atmósfera del ascensor.

-Necesito conocer vuestros nombres y raza.- El altavoz del ascensor se había puesto a espetar palabras sin previo aviso; Roger se había asustado y estaba jadeando. Gnorr en cambio no parecía haberse sobresaltado, a lo mejor la configuración genético-emocional de su raza no preveía los sustos súbitos.

-Mi nombre es Gnorr. La raza, Granut- dijo sin miramientos.

-Granut. Confirmado- respondió el altavoz. -¿Otros ocupantes del ascensor?-

-Soy Roger, humano.- Le había costado contestar, el susto parecía haber sido más fuerte de lo que se esperaba. Se recuperaría en cuestión de instantes.

-Humano. Confirmado- volvió a decir el altavoz, de forma muy mecánica. -¿Otros ocupantes del ascensor?-

Los dos se miraron. Luego empezaron a mirar a sus alrededores. Miraron al suelo y al techo. Las especies extraterrestres eran muchas, unas grandes y otras pequeñas, y era oportuno no dejar nada al azar.

-Nadie más- dijo finalmente el humano, volviéndose a sentar en el suelo del ascensor y disponiéndose a esperar el rescate.

-Hmmm. ¿Seguro?- volvió a preguntar desde el altavoz el operador de la asistencia técnica.

-Confirmo- dijo Gnorr. Él también parecía perplejo, por perplejo que pueda parecer el rostro de un alienígeno.

-Voy a activar enseguida el protocolo de actuación trece. Tenemos problemas con la ventilación. Paso a protocolo catorce.-

“Podrían desconectar el altavoz”, pensó Roger. “Vaya aburrimiento. Me está entrando un sueño”.

“Además, no quisiera parecer racista, pero ese tal Gnorr huele mal. Huele a huevos podridos. A lo mejor es un Granut hembra y ha puesto un huevo. ¿Tienen sexo los Granut? ¿Ponen huevos?” No lo sabía.

Parecía haber pasado un siglo. Un siglo pasado con una modorra impresionante. Inexplicable, pero cierta. Hasta que le pareció escuchar el altavoz decir que se debían echar al suelo. Hasta que sintió el cuerpo de Gnorr a su lado. Hasta que se dio cuenta de los cristales que volaban a su alrededor. Hasta que sintió la brisa caliente de su ciudad terrícola.

Fue lo último que sintió.

Cuando volvió en sí, le parecía que había transcurrido una eternidad.

Al abrir los ojos, se dio cuenta que una ambulancia le estaba hospedando; la máscara de oxígeno no le permitía ver bien a sus alrededores, pero la ambulancia no se movía, y él había sido simplemente aparcado en ella.

Veía unas figuras indistintas, que sin embargo parecían estar cada momento más definidas. Y conseguía entender con siempre mayor claridad la conversación que estaban manteniendo.

Su cabeza se fue aclarando, hasta el punto que las conversaciones empezaron a cobrar sentido.

¡Simbiosis!

No es tan sencillo.

Pensamos en nuestro cuerpo humano. Respiramos oxígeno, y emitimos dióxido de carbono. Y cuando vemos a un extraterrestre que respira dióxido de carbono, damos por descontado que su cuerpo va a emitir oxígeno. Pero no es así. No necesariamente.

Los Granut, por ejemplo. Emiten metano. Y, además, cuando se encuentran en un estado de estrés y de tensión, emiten también hidrocarburos sulfurados. En la economía de un ecosistema no reviste mucha importancia, pero en un espacio cerrado y sellado como el de un ascensor el peligro es sumo.

De no haber sido por la preparación técnica del funcionario de la compañía de ascensores y por su gran rapidez de respuesta, no habría salido vivo de ese ascensor. Tuvieron que volar el cristal con ballestas, ya que el calor de los proyectiles hubiera hecho estallar el ascensor, que se estaba convirtiendo en una bombona de gas metano comprimido.

Es cierto. Es muy bueno saber más de las razas extraterrestres.

Especialmente por si vienen a visitarnos.