Estoy muy feliz por haber ganado el I Certamen Literario organizado  por la Asociación Cultural de Les Botigues de Sitges con mi relato Como perder el apetito,  en la categoría relato senior.

Y cómo no puedo esperar la publicación del libro del Certamen, podéis leer mi relato seguidamente.

COMO PERDER EL APETITO

Es mi noche. Mi corazón late siempre más acelerado: la emoción, la expectativa, la curiosidad, las ganas. El hambre.

Cuando te mueves solo de noche, ya que la luz del sol te mataría, aprendes a identificar enseguida a tus objetivos. Allí esta, en la barra del bar, sorbiendo su Bloody Mary. No hay duda. Es mi cena.

Me acerco, me deshago con una sola mirada de la competencia que estaba charlando con ella, y la observo. Nuestras miradas se cruzan, y no hace falta que me empeñe excesivamente. Ya es mía. El puro humano que estaba hablando con ella ya se ha marchado, a cazar una presa más fácil. Esta es mía. Mía.

-Buenas noches- le digo. Intento que mi acento del este europeo se note lo justo para introducir esa nota de seductor misterio. Siempre funciona.

-Eso espero- me contesta. Lo mismo pienso.

-A lo mejor te gustaría más la compañía de alguien un poco más maduro que ese jovencito-. No voy más allá. Ella también parece estar en los cuarenta, pero queda muy feo decírselo a una chica. Y yo… bueno, ya voy por el quinto siglo, con lo cual lo de maduro encaja conmigo.

Sonríe. La tengo. Empezamos a hablar.

-¿Profesora? Interesante. Y ¿qué enseñas?-

-Literatura gótica y monstruos en la mitología.-

-¿Monstruos? ¿Cómo los vampiros?- Sonrío débilmente, no me gusta dejar entrever mis armas antes del tiempo, la comida huye.

Ella sonríe más, pone su brazo alrededor de mi cuello y me susurra al oído -no crees realmente en los vampiros, ¿verdad?-

-¿Y tú?-

Acerco mi boca a su cuello, pero ella de repente se separa para volver a su Bloody Mary. Y rompiendo la magia. -Los vampiros son una metáfora para explicar todo aquello que la gente no entendía debido a sus conocimientos limitados de medicina en las épocas pasadas.- Y acto seguido empieza a explicarme una infinidad de enfermedades de la época victoriana, con todo detalle. En algunos casos hasta acertando, bien lo puedo decir yo que he estado allí.

Es increíble. Basta con que me acerque un poco más para que vuelva a empezar. Estoy dudando de la bondad de las profesoras, igual por eso tienen tan mala fama. -Cómo la literatura reflejaba entonces la represión sexual de esa era, el monstruo era a menudo personificado por la esposa o por el vecino, transformados de inocentes a bestias.- Y así, más y más.

Estoy a punto de cerrarle la boca de alguna manera (nunca había encontrado una víctima humana tan habladora) pero me lo pienso bien y le digo -¿quieres comer algo?-

Ella suspirando admite: -estoy hambrienta, el aperitivo me ha abierto el apetito.-

-Conozco un sitio aquí cerca.-

-Mejor mi casa, también está cerca.- Cierto. Mejor. Un ataúd de hace seis siglos no es lo mejor de lo mejor cuando se trata de invitar a una chica.

Llegamos muy pronto.

La tengo cautivada, emborrachada por mi magia. No puede escapar.

-Me sorprende que te gusten tanto los mitos acerca de los vampiros. No lo hubiera dicho.- No, por favor. Basta ya de charlas. Tengo hambre. La tensión sube por momentos.

-Siéntate, voy a prepararte algo para beber.- Como si tu sangre no fuera suficiente.

-Pero no me has dicho todavía si crees en los vampiros- me dice. ¡Qué sencilla!

-Efectivamente, tengo razones para creer en ellos; a lo mejor podría hacer que cambiaras de idea…- Su aroma se está haciendo más intenso. ¿O es mi imaginación?

-Entonces creerás también en brujas y werewolves, supongo.-

-¡Claro que no!- Adorable estúpida. -Ni tu tampoco. Como acabas de decir, los hombres-lobo son una metáfora para…-

Aparece, irreconocible. Cubierta por un pelaje canino, su cara transformada en un rostro afilado, sus colmillos más grandes y fuertes que los míos.

-Nada de hombres-lobo. Estoy hablando de señoras-lobo.-

En ese instante me doy cuenta que su cena soy yo.

 

Espero os haya gustado.