Este será mi gran invento.

Mis descubrimientos anteriores habían representado nada más que éxitos parciales. Aquella vez que construí un reactor nuclear e intenté cebarlo con la cal de las tuberías en lugar de utilizar uranio enriquecido: ¡qué ahorro! ¡Y qué limpio! Pero inexplicablemente los rendimientos no fueron los esperados. O también aquella vez que intenté potenciar la luz de una cerilla para generar un haz de fotones, cuando prendí fuego a las cortinas del cuarto de estar. Fue sin querer, y el haz de fotones me dio en toda la cara cuando mi esposa Rosita se enteró. Se le cayeron los pétalos y sólo le quedaron las espinas.

Pero esta vez he dado en el clavo.

Generaciones y generaciones de frikis adictos a la ciencia ficción (hay también frikis adictos a otras cosas, aunque sean minoría) me van a agradecer toda la vida por este invento, sueño y delicia: el teletransporte.

Muchos no lo creen posible. Muchos más siguen siendo escépticos. Todos ellos se enterarán dentro de poco. Estoy preparando la prueba general, y tengo que actuar con rapidez si quiero evitar la vuelta a casa de mi Rosita.

Rosita enseña cibernética en la Facultad de Ingeniería; sabe mucho y, a pesar de ello, es escéptica. Cuando, al quedarme sin trabajo, dediqué más tiempo a aquello que hasta ahora había sido una mera afición, se lo tomó mal. Lo considera una pérdida de tiempo. Cambiará de idea cuando vea la cantidad de dinero que voy (vamos) a poder ganar gracias a este gran invento.

Está claro que la idea del teleransporte para aterrizare en planetas desconocidos no va más allá de la ciencia ficción clásica, empezando por Star Trek y siguiendo por un sinfín de series televisivas y novelas. El atajo clásico para evitar la complejidad de los aterrizajes en lugares desconocidos.

Pero cuando la serie original de Star Trek empezó a proponer este método de transporte los satélites geoestacionarios no se habían inventado todavía. He aquí el punto fuerte de mi método de teletransporte. Hoy en día los GPS pueden definir una posición con una precisión de milímetros. Así que puedo disponer de un marco de referencia seguro para el punto de llegada.

El único vínculo consiste en conocer las coordenadas del punto de llegada; si me equivocara, el objeto teletransportado podría llegar quien sabe dónde. Tuve que diseñar un programa específico para gestionar esta información e integrarla con la información de la altitud: por una parte hace posible situarse en las mismas coordenadas en un piso específico de un bloque, por ejemplo; y por otra parte evita hundirse o fundirse en el asfalto de una autopista.

Parece funcionar todo bien. He organizado mi laboratorio de ensayo en el garaje, he probado el sistema con una barra de pan, y he conseguido teletransportarla a la cocina (lo cual me hace pensar también en las posibilidades de aplicación para los supermercados y las tiendas en Internet con entrega a domicilio). Es cierto, apareció algo más chamuscada y humeante que cuando la puse en el círculo de teletransporte. Pero sólo se trata de ajustes necesarios. Los frankfurt no se quejaron, y llegaron en su justo punto a los platos de los comensales.

Llamé al perro de mi esposa, Danko, un labrador inteligentísimo y cariñosísimo. No me quedaba mucho tiempo, ella volvería de la universidad dentro de poco y necesitaba probar los nuevos ajustes con algo vivo.

Danko llegó corriendo, y me dio un lametón en la cara, como de costumbre. Se lo expliqué brevemente. -Tienes que ponerte aquí sentado, en este círculo- le dije. -Notarás cómo una especie de cosquilleo y de repente te encontrarás en la cocina de casa, donde un paquete de galletas de las que te gustan te está esperando.- Si funciona con Scooby Doo…

Se sentó donde le dije, obediente como siempre.

El ordenador estaba encendido. Di paso al escáner tridimensional, que digitalizaría al perro para transferirlo de inmediato y reconstruirlo en el punto exacto que las coordenadas indicaban. El sistema era suficientemente rápido, y además al construir el esquema vectorial había introducido un sistema de compensación para eventuales movimientos del sujeto, del perro en este caso.

Una vez acabado el escaneado el perro desapareció. En la pantalla se veía la barra de progreso y la escrita “transfer in progress”. En este mismo momento escuché el coche de mi Rosita: acababa de llegar, y en el peor momento. Abrí la puerta del garaje para evitar que utilizara algo eléctrico que podría provocar interferencias.

-Hola cariño- dije poniendo cara de angelito. Como si picara.

-¿Qué has hecho?- me preguntó a quemarropa. -¿Otro de tus experimentos inútiles?-

-Este invento no es inútil, y podría revolucionar al mundo del transporte, y hacernos indecentemente ricos.-

-Me gusta la idea, pero creo entenderás mi escepticismo. ¿Estás haciendo pruebas?- Estaba mirando la pantalla del ordenador, dónde  la barra de progreso se encontraba en la misma posición en la que la había dejado poco antes.

-“Sistema de teletransporte intraplanetario”- leyó. -Suena bien. Altisonante. Orgulloso.- Yo ya estaba sonriendo: por fin algo que le estaba interesando. -Y parado.-

-¿Parado?-

-Sí, ¿ves?- Intentó mover el cursor del ratón, pero sin éxito. El ordenador no daba señales de vida. -Me temo que se ha colgado, espera unos minutos y si sigue sin responder haz un reset.-

Me había quedado sin aliento.

-Voy a ducharme, ha sido un día duro. Nos vemos luego y me cuentas, ¿vale?- Me dio un besito y entró a la casa. Se asomó enseguida. -¿Has visto a Danko? No ha venido a saludarme…-

-Estará por allí- le mentí a medias. Danko está por allí, efectivamente; el problema es que no sabemos qué significa “allí”.

Me dejé llevar por la rabia y el sentimiento de culpabilidad.

Justo en medio del proceso.

-¡Maldita sea! ¿Por qué he usado un ordenador con sistema operativo Windows para hacer funcionar el programa de teletransporte?-

Esperé que el sistema se consiguiera restablecer él solo al resetear.

***

El perro Danko se sentía raro. Era como si se encontrara suspendido en el limbo.

“Eso pasa por ser el mejor amigo del hombre. Y eso que el tío me caía bien. No debería haberle hecho caso cuando me llamó, podía fingir dormir como cuando me llaman para bañarme.”

Flotando.

“Si bien me parecía estar todo en orden; el transmisor, las frecuencias, las coordenadas (a lo mejor hubiera preferido aparecer cerca de la perrera, no me hubiera desagradado aparecer así de repente para impresionar a alguna perrita).”

Flotando más.

“El tío se lo había currado. Si solo no hubiera utilizado un ordenador con sistema operativo Windows…”

Y, de repente, desapareció.