¡FELIZ NAVIDAD A TOD@S!

Y para festejar la Navidad, nada mejor que un relato de Causa. Efecto que he escrito gracias a la ayuda de Vuelapluma; no trata de la Navidad sino del anuncio del ángel a María.

Espero que os guste.

TIEMPO DE ANUNCIOS

(con Vuelapluma)

-Gabriel, vas a tener que anunciarle a una chica de la Tierra que será la madre de mi hijo.-

La voz de Dios había resonado grave, y por supuesto no admitía réplicas. Por parte de nadie que tuviera algo de sensatez. Eso excluía automáticamente a Gabriel quien, improvisamente presa de una euforia poco natural, empezó a preguntar excitado.

-¿Puedo usar el transmutador influyente? ¿Dónde está? ¿Dónde tengo que ir? ¿Cómo es la chica? ¿Es guapa? ¿Puedo ir solo? Prometo que me portaré bien. Señor…-

Un gesto de Dios fue suficiente para que se calmara un poco. -Tranquilízate. Nada de transmutador. ¿No tienes otras preguntas más apropiadas para la ocasión?-

Gabriel se quedó pensativo. Luego se atrevió a intentar contestar. -¿Cuándo se come?-

El cambio en el color de Dios le puso en el camino correcto: no había acertado con la pregunta. Intentó resolver diversamente la cosa disimulando. -Esteee, bueno, no, Dios mío, ahora en serio. Sí. Yo voy allí a ver la chica esa y le digo que…- se quedó boquiabierto respirando profundamente, para ver si así Dios acababa la frase, pero por lo visto no tenía intención de hacerlo. Lo cual iba a ser un problema, porque Gabriel no se acordaba ya de nada.

-Que va a ser…-

-Ah, sí, que va a ser…-

‘Discontinuidad’ diría aquí Larry Niven.

-¡La madre de mi hijo!-

-¡Viva los novios!- acabó Gabriel, pero la mirada de Dios le congeló. Se dio cuenta enseguida que se había pasado de la raya y que debería haber callado. Y que no había entendido bien. -¿Hijo suyo, Señor?-

-Pues sí, es la única manera de arreglar la ofensa que me han causado. Y para ver si por fin ponen remedio a sus vicios.-

-¿Sin usar el transmutador influyente?-

-¡Claro! El ‘sí’ de la chica debe de ser libre.-

-¿Y si me pregunta algo?-

-Te explicaré yo qué decir. Toma nota.-

***

De repente, el ángel Gabriel se le apareció a una niña. Ella se sobresaltó. No se esperaba una aparición divina; nadie hubiera podido esperarse algo semejante.

-Y tú, ¿quién eres?-

-Yo, ehm- le contestó mirando a su alrededor, casi más perplejo que ella. -Yo soy Gabriel. Me ha enviado Dios.-

-¿Dios? ¿Y cómo puede ser?-

-Bueno, no ha sido sencillo, pero hemos conseguido construir un teletransporte miniaturizador que nos permite bajar a nivel microscópico y…- empezó, pero la expresión de asombro y de incomprensión no desapareció del rostro de Maria. Finalmente Gabriel entendió que no era necesario perder demasiado tiempo explicando detalles técnicos; la chica era espabilada pero posiblemente sus competencias no iban tan lejos.

-No, quiero decir: ¿cómo puede ser que me esté pasando esto a mí?-

-Yo te explico. Dios se ha fijado en ti.-

-Que no se fije tanto en mí, que estoy comprometida.-

-No me refiero a eso. Me refiero a que quiere que tú seas la madre de su hijo.-

-Repito: estoy comprometida. A ver si te enteras, Gabriel. Vuelve a quién te ha enviado y dile que se busque a otra, y que no esté comprometida.-

-Él sabe que estás comprometida, pero quiere que tú seas la madre de su hijo. Y que José acepte al hijo de Dios como si fuera su propio hijo.-

María suspiró, estaba perdiendo la paciencia. -A ver quién se quiere burlar de mí. Soy una joven nazarena, pero no soy una estúpida. Estos pretextos son tan viejos como el mundo. No, gracias, prefiero serle fiel a mi José, que me quiere y me trata como una reina.-

-Sí, claro, estamos informados de ello, y lo compartimos plenamente. Si sólo quisieras compartir con él la maternidad del hijo de Dios, no habría ningún inconveniente al respecto.- Intentó ojear sus chuletas para ver si encontraba alguna respuesta a las objeciones, pero de momento todo lo que le estaba contestando María era nuevo para él, no estaba previsto en el guión.

-María- le dijo al fin -debes creerme. No hay nada de malo en ello.- Pero María ya se estaba armando de un palo grueso y pesado. Curioso cómo podía un ser tan grácil aguantar un palo tan pesado, y levantarlo así…

-¡Vale! No me pegues, ya te lo explicaré. Has sido concebida sin pecado original, eres incapaz de hacer el mal pero siempre puedes decirme que no y yo se lo diré a Dios.-

Esta última frase logró aplacar un poco a los ánimos marianos. -Así me gusta más, Gabriel- le dijo. -Ahora bien, ¿cómo puede ser que me quede embarazada si no conozco varón?-

-¡Esta la sé!- gritó Gabriel, eufórico. Sacó sin ningún pudor todos sus papeles y empezó a contestar a las preguntas de María, como bien sabemos.

***

-Gabriel, ¿cómo te ha ido en la Tierra?- preguntó Dios.

-Muy bien, Señor. Ha sido muy sencillo y casi no he necesitado las chuletas- le contestó, olvidando que Dios había estado controlando todo desde el laboratorio.

-¿No hay nada que quieras arreglar?-

-¿Arreglar? No, ha ido todo a la perfección.-

Dios suspiró y despidió a Gabriel. Luego se fue a una estantería cerrada con llave, la abrió y de allí sacó un artefacto. Era el transmutador influyente. Estuvo reflexionando un momento, luego llamó a un Ángel menor para que lo utilizara. Necesitaba actuar rápidamente, decirle unas palabras a José en sueño, y hablar con los evangelistas para que retocaran un poco su relato de la actuación de Gabriel. La llegada del hijo de Dios se merecía un anuncio un poco más solemne.

¡Hasta el próximo año! (o antes)