Seguimos con el MiniSerial del jueves.

El día siguiente Martín se despertó pronto; siempre le ocurría lo mismo con el sueño químico. Dormía, pero no descansaba realmente bien. Pero la alternativa era pasar la noche en vela, y francamente era mejor no descansar bien que no descansar del todo.

Cuando se levantó, llamado por el perfume del café y de las tostadas recién hechas se fue a la cocina. Teresa le estaba preparando el desayuno.

Que nadie llegue a conclusiones precipitadas. Teresa vivía cerca de Martín y tenía las llaves de su piso, pero nada más. El investigador estaba teniendo muchos problemas desde que el rompecabezas de la ola de suicidios inexplicables había hecho su entrada en escena. No conseguía entenderlos. Y perdía el sueño por ello. Teresa le estaba apoyando, y para más seguridad él le había dejado copia de las llaves de su piso.

No cabe duda. En casos como ese no hay nada como un desayuno recién hecho.

-Me alegro de verte despierto- le dijo ella. -¿Muchas pesadillas?-

-No más de lo usual. Y yo me alegro que estés aquí saqueando mi nevera y sacando buen partido de ella.-

-No me dejaba muchas posibilidades, di rienda suelta a mi desbordante fantasía. Así fue como se me ocurrió la idea del café y de las tostadas con chocolate. Original, ¿verdad?-

-Efectivo, diría yo. Especialmente el café.- Tenía la cabeza como hinchada, efecto del estrés, de la tensión y de los medicamentos. -¿Novedades?-

-De momento no.- Como para subrayar la veracidad de la ley de Murphy se escuchó un ruido ensordecedor. Era el tono de llamada del móvil de Teresa. En realidad no era tan ensordecedor, pero la percepción de la cabeza de Martín era muy subjetiva. La investigadora se fue a contestar en la otra habitación.

La cocina había dejado de dar vueltas. A lo mejor ahora sí podía desayunar; café, tostadas y un par de anfetaminas para ponerse las pilas. Primero lo primero. Se fue directo al armario-farmacia.

-Ni lo sueñes- le dijo Teresa. No se lo gritó, pero a é le pareció que mil agujas le hubieran traspasado los oídos. -Confórmate con el café y las tostadas.-

-¿De qué hablas? No quería hacer otra cosa…-

-Vale, angelito. Como mucho te concedo un paracetamol, y te lo suministro yo. Por cierto, tiré tus anfetas hace unos días ya. Estoy muy orgullosa de ti, si ibas a por ellas es porque no las has buscado durante un tiempo.-

Era cierto. Mejor así. Hay que conformarse con analgésicos, efectos colaterales reducidos y todo. ¿Lo más sano? No tener preocupaciones. -¿Qué decían?-

-Que tenemos que despabilar y salir pronto. Han encontrado una pista; por lo visto los ‘suicidas’ sí tienen algo en común.-

-Por ejemplo…-

-Problemas.-

Martín estaba tomando su primer café del día, y no estaba todavía de humor. Mejor dicho, el chip del sentido del humor no se había conectado todavía.

-Todos tenemos problemas- dijo después de otro sorbo. Autobiográfico.

-Pero algunos intentan solucionarlos- le contestó Teresa. Biográfica. -Resulta que el chico estaba buscando ayuda para superar el estado de ansiedad del que padecía desde el fallecimiento de su padre. Y los otros también habían padecido algún que otro disgusto poco antes de suicidarse.-

-Si estas sugiriendo que el suicidio es la solución definitiva no desperdicies el aliento y no le des trabajo en balde a tus pulmones. Eso lo sabía yo también. Incluso hubo una época en la que estaba considerando…-

-Esa época ya pasó- cortó en seco ella. -La cuestión es que si estaban todos pidiendo ayuda, y todos han acudido al mismo ayudante…-

-… ¡posiblemente el remedio haya sido el mismo para todos! Muy bien, Teresa. Estoy orgulloso de ti. ¿Dónde vamos?-

-A ninguna parte. Están investigando todavía, preguntándole a los familiares de los demás fallecidos, volviendo a peinar las informaciones comparativas de las que disponemos… en cuanto sepan algo me llamarán.-

-Eso es lo que dicen todos. Pero aquí he acabado el café y la tostada, estoy disponible para el analgésico y para salir a remover un poco el esqueleto de esos investigadores de pacotilla.- Se levantó y se enfundó el impermeable.

-No te permito hablar de esa manera de mis chicos- le dijo ella. -Abre la boquita.- Canastó a la primera con la pastilla de paracetamol. A él le gustaba así, sin agua. Inexplicable. Bárbaro. Amargo. Mejor no pensar en ello y dirigirse al coche.

Hasta el próximo jueves, con una nueva entrega…