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Cuando me enteré de un concurso literario organizado por una asociación canaria mi imaginación se despertó. En un primer momento pensé que no sería complicado escribir un microrelato de 500 palabras, pero luego me di cuenta que se estaba hablando de 500 carácteres. Difícil difícil. Además incluyendo signos de puntuación y espacios.

Así escribí el relato, accedí a la página de Facebook donde había que publicarlo y con un ‘copia y pega’ conseguí mi borrador, que excedía los 500 caracteres. Fui entonces recortando on-line hasta que el sistema me permitió publicar el relato.

Sin embargo, lejos de Canarias, en la tierra de Navarra, habían convocado un concurso literario con bases muy parecidas, a excepción de la extensión del relato, que pasaba a ser de entre 1250 y 2500 palabras. Decidí entonces aprovechar la idea original para presentar en esta ocasión un relato escrito con mayor extensión y sin las ataduras apremiantes de la escasez caractérica (este término parece un neologismo pero en realidad es simplemente una cuestión de colocación espacio-temporal, dentro de unos siglos sería parte integrante del diccionario, si los diccionarios existieran/existirán); no lo hice, me dejé escapar la fecha límite de entrega, pero la semilla ya estaba plantada en la tierra fértil de mi imaginación, y no quise desperdiciar la oportunidad de dar rienda suelta al alcohol circulante en mis venas.

No más demoras, os invito a leer el relato.